Los
chicanos de allí y de aquí
Los devotos de la sociedad americana han repetido a
menudo, no sin cierta admiración, que el sistema político de Estados Unidos no
tolera las mentiras del presidente. Nixon con el Watergate
y Clinton con la becaria sirven de ilustración.
No está tan
claro que sea ése el principio general. Hay mentiras y mentiras. Parece ser que
sí, que la sociedad americana da mucha importancia a las falsedades en materia
de alcoba o de cama -en este caso, de despacho-. No por casualidad, en bastantes Estados de la
Unión continuaban aun siendo delitos la homosexualidad, el sexo oral y el anal
hasta que hace menos de un mes el Tribunal Supremo declaró inconstitucionales
tales normas.
Cosa bien distinta ocurre cuando se trata de las
atrocidades cometidas en las invasiones de otros países. Todas las guerras
emprendidas por los Estados Unidos han ido acompañadas de todo tipo de
falsedades sin que jamás se hayan pedido responsabilidades por ellas.
Terminada la invasión de Irak, afloran de forma
bastante evidente las mentiras utilizadas con el afán de precipitar la guerra y
justificarla ante la opinión pública. Ni armas de destrucción masiva ni uranio
ni amenaza internacional. Pero nada indica que esas mentiras presidenciales
vayan a acarrear la destitución de Bush. Es verdad que su popularidad va
reduciéndose, pero la razón hay que buscarla más bien en el desgaste y en las
dificultades que los soldados americanos se están encontrando en la ocupación.
Bush olvidó, y la sociedad americana parece que también, que una cosa es
invadir un país y otra muy distinta conquistarlo. Es mucho más difícil lo
segundo que lo primero, y las posguerras son a menudo más complicadas que las
propias guerras.
Ello nos conduce a un antiguo problema: la
responsabilidad de los pueblos en las acciones de sus gobernantes. Tema
candente tras la Segunda Guerra Mundial. ¿Hasta qué punto no era cómplice
Alemania de los crímenes cometidos por el régimen nazi? Hoy son muchos los que
al criticar la política de Estados Unidos se esfuerzan por distinguir y separar
a Bush y al partido republicano de la nación norteamericana. Pero alguna
responsabilidad tendrá la sociedad de EEUU en los bombardeos y atrocidades
cometidos en la invasión de Irak, cuando la apoyó de forma mayoritaria. Las
víctimas inocentes iraquíes y las noticias de horror y destrucción que
provenían de la contienda no privaron de popularidad al presidente. Todo lo
contrario, la victoria llenó de orgullo a la mayoría del pueblo americano. Sólo
ahora, cuando van tomando conciencia de que tal vez se hayan metido en un
avispero de difícil salida comienzan a aparecer las críticas. Es como si
únicamente los muertos y los heridos de un lado tuviesen trascendencia.
Alguna responsabilidad tendrá la sociedad española
en el hecho de que nuestro Gobierno apoyase de forma incondicional la guerra.
Las encuestas arrojaban que el 90% de la sociedad estaba en contra de la
contienda, pero tal posición debía de tener mucho de simple prurito estético al
carecer apenas posteriormente de traducción electoral. Es decir, que a la hora
de la verdad los españolitos hemos votado por la opción que cada uno
consideraba preferible para sus intereses y nos hemos olvidado de la sangre y el
sufrimiento del pueblo iraquí. Por eso, el Gobierno puede mandar ahora 1.300
soldados como fuerza ocupante a ese país, sin riesgo político aparente.
Ni siquiera en el caso altamente probable de que se
produzcan bajas españolas es previsible que la conmoción sea importante. Nos
hemos cuidado antes, en un exceso de progresismo, de transformar el ejército en
profesional. No hay peligro de que los caídos sean hijos de las clases altas o
medias, pertenecerán en su mayoría a los grupos sociales de ingresos bajos,
marginados, pobres sin empleo que han visto en el alistamiento su única salida,
incluso emigrantes latinoamericanos. Con razón dice Aznar que la lengua servirá
para unir nuestras tropas con las americanas. Los chicanos de allí y de aquí se
juntarán en Irak como ejército de ocupación. Mientras tanto las grandes
empresas de allí y de aquí obtendrán también en Irak pingües beneficios.