La
sinrazón de Iberia
La faltriquera, se podría afirmar hoy
remedando a Pascal, tiene razones que la razón ignora. Hoy manda la Bolsa e
impone sus razones a la razón. Sólo eso explica que, a pesar de demostrarse una
y otra vez las muchas sinrazones del neoliberalismo, éste siga gozando de buena
salud y nadie reconozca la falsedad de sus recetas. Intereses económicos se
imponen. Y no dejemos que la realidad arruine un buen negocio.
Sinrazón había en ese El Dorado establecido
en torno a la nueva economía, y en la creencia de que la cotización de una
empresa puede situarse permanentemente cien veces por encima de su valor. Mucha
sinrazón ha habido en todo el proceso de privatizaciones y falsa liberalización
acaecido en nuestro país. Lo que ocurrió la noche del
jueves fue de enorme trascendencia. Una empresa privada estuvo a punto de sumir
en el caos a todo el Estado suspendiendo el tráfico aéreo en plena época
turística. No profeso especial simpatía a los pilotos, aunque aún me gustan
menos los linchamientos. Es verdad que constituyen un colectivo privilegiado de
elevados ingresos; pero privilegios hay muchos, por no hablar de rentas altas.
Quizá sean insolidarios, pero ¿acaso en esta sociedad no está fuera de lugar
referirse a la solidaridad? Lo cierto es que en esta ocasión sólo habían
protagonizado tres jornadas de huelga y estaban cumpliendo escrupulosamente los
servicios mínimos.
No comulgo con el Sepla,
pero bastante menos con los intereses económicos de Iberia, de El Corte Inglés,
del BBVA, de Caja Madrid y de los múltiples consejeros y ejecutivos que tal vez
con menos méritos y bastantes más ingresos que los pilotos han utilizado un
servicio público para sus intereses específicos. Porque lo realmente alarmante
es que una empresa privada pueda chantajear al poder democrático legítimo. Lo
de los pilotos no debe distraernos.
El órdago no iba dirigido a ellos sino al
Gobierno, forzándole al arbitraje obligatorio. Y lo más grave es que el
Gobierno, a pesar de la impecable primera reacción de Cascos, ha cedido. Hoy,
ha sido con motivo de la huelga del Sepla; mañana,
puede ser con la de otro colectivo, o por cualquier motivo distinto. Este es el
resultado de haber entregado los sectores estratégicos al poder económico.
Primero fue el pulso de Villalonga y sus stock options; después, el de las eléctricas; ahora, el de
Iberia. Y estamos sólo comenzando.