La culpa es del
euro
Los últimos días hemos sido
testigos de cómo los mercados apostaban en contra del euro. Podríamos
preguntarnos el porqué. Aparentemente, carece de lógica. Por una parte, la
crisis ha tenido su origen y causa en EEUU; por otra, la balanza de pagos de la
Eurozona en su conjunto está prácticamente equilibrada, y el saldo neto de
activos y pasivos frente al exterior es positivo. Nada que ver con la situación
de EEUU que presenta enormes déficits tanto público como exterior. Y, por
último, el tipo de interés fijado por el BCE es superior al establecido por
Se ha querido ver en las críticas
al euro los intereses de ingleses y norteamericanos empeñados en garantizar la
supremacía del dólar. Es posible que tales intereses existan, pero ello por sí
solo no puede invalidar lo que de acertado pueda haber en tales críticas. Antes
de su constitución, el proyecto despertaba serias dudas a todo aquel que
hiciese un análisis desapasionado. Se carecía de antecedentes al respecto, y
los casos que presentaban algún parecido, dolarización en Argentina o el
Sistema Monetario Europeo, se habían saldado con un absoluto fracaso,
demostrando que sin una cierta unión política resulta imposible mantener dos
monedas ligadas indefinidamente.
Se ha pensado erróneamente que por
el simple hecho de que todos los países miembros estuviesen sometidos a la
misma política monetaria se conseguiría una convergencia en las tasas de
inflación. Una vez más, la tozuda realidad se ha impuesto indicando lo
contrario, con lo que unos países han perdido competitividad frente a otros, ya
que la UE carece de los mecanismos compensatorios que cualquier Estado posee
para reequilibrar la situación desigual de sus regiones.
El comportamiento en esta crisis de
Grecia, Irlanda o España no ha sido muy distinto del de otros países, empezando
por EEUU. La única diferencia radica en el corsé que ahoga a los primeros, que
además de no poder devaluar ni aplicar su propia política monetaria tampoco
pueden recibir ayudas de las instituciones de Europa (lo prohíbe el Tratado) ni
del BCE. En EEUU parte del déficit y de las ayudas públicas han sido
financiados por la liquidez emitida por