La liga de los cien
Desde
mediados de los ochenta, han sido múltiples los estudios publicados por
distintos servicios de estudios de otras tantas entidades financieras, todos
con la misma cantinela, la inviabilidad del sistema público de pensiones y el
anuncio de su quiebra para un futuro próximo. Lo cierto es que las fechas
anunciadas han ido llegando de forma sucesiva sin que se produjese el
cataclismo ni se cumpliesen las profecías vaticinadas por tan eminentes sabios.
La
totalidad de estos estudios se basaban en predicciones demográficas, todas
ellas muy relativas, como se ha podido comprobar. Pero es que, además, la
cuestión no puede centrarse en la población, ni siquiera en la población activa
o en el número de empleados. En ningún sitio está escrito que las pensiones
deban financiarse exclusivamente con las cotizaciones sociales. El problema hay
que abordarlo desde la renta per cápita, desde su
incremento y desde la voluntad política de redistribuirla según criterios más o menos progresivos. Con
las previsiones más negativas, el incremento del gasto en pensiones, con el que
pretenden asustar todos estos informes, sería absolutamente asumible. Bastaría
con situar la presión fiscal española en el nivel de la media de la Unión
Europea.
Cuando
se proclama que el sistema público de pensiones no es viable lo que se está
diciendo en realidad es que no se está dispuesto a practicar una política
fiscal y social con parámetros tan distributivos. Y, como resulta duro confesar
que se prefiere empobrecer aún más a los jubilados antes que exigir tributos a
las clases ricas y acomodadas, nada mejor que acudir a los economistas para que
disfracen las decisiones políticas, de necesidad económica.
Hace
varios días retornó a la escena pública la liga de los cien economistas. Tras
su actuación estelar exigiendo el contrato único y precario en la reforma
laboral, ahora retoman el tema de las pensiones. Para el común de confesores un
manifiesto firmado por cien economistas suena a pura técnica y objetividad,
nada de ideología ni intereses bastardos. No
obstante, cuando se araña la superficie se descubre que el manifiesto y los
economistas se encuentran bajo la protección de FEDEA, Fundación de Estudios de
Economía Aplicada. Este nombre tampoco nos intranquiliza. Connota neutralidad e
independencia. Será necesario romper el velo de Maya de las apariencias para
desenmascarar la verdadera naturaleza del manifiesto, que aparece tan pronto
conocemos a los patronos de esta Fundación tan respetable: Abengoa, Abertis,
Acciona, Banco de Andalucía, BBVA, Banco de España, Banco Popular, Banesto,
Banco Sabadell, Bolsa de Madrid, BP oil, Caja Madrid, Corporación Financiera
Alba, Ferrovial, Fundación Ramón Areces, IberCaja, Inversión Corporativa, Iberdrola,
La Caixa, Repsol, Banco Santander, Gas Natural-Fenosa. ¿Alguien puede dudar del sesgo y de la carga
ideológica que debe tener cualquier informe que cuente con tal mecenazgo?
En
esta ocasión, los cien economistas han ido más lejos: califican de estafa el
hecho de que el futuro de las pensiones se decida en el pacto de Toledo. Exigen
un debate público, es decir, entre los representantes de los principales bancos
y empresas del IBEX 35. Creo yo que rápidamente se pondrían de acuerdo.
Proponen que las decisiones se saquen del ámbito político para encomendarlas a
un grupo de técnicos. Una vez más, emerge la desconfianza hacia la política,
siempre susceptible de ser condicionada por el voto de los ciudadanos, para
acabar plegándose a la opinión de los técnicos, cuyo diagnóstico permanecerá
con más seguridad anclado en las conveniencias de la elite dominante. La sombra
de Platón se extiende alargada a lo largo de la Historia y su gobierno de
sabios aparece de vez en cuando como una tentación permanente.