Operación
salvamento
El Gobierno español ha copiado a EEUU el
plan de salvamento de las entidades financieras. Si a Bush se le había
criticado por la falta de concreción del programa y por el enorme poder que se
concedía a la Administración en el manejo de los recursos, ¿qué decir del plan
español en el que todo está por determinar?
Es posible que a estas alturas estos planes
sean necesarios, aunque está por ver si son suficientes. Después de vocear que
los mercados eran perfectos, que se autorregulaban y que toda intervención
estatal era dañina, ahora resulta que la única solución se encuentra en que
actúen los Estados y que los costes los asuman los contribuyentes. Por ello,
resulta imprescindible una total transparencia. En nuestro país tenemos una
triste experiencia en esa materia y en cómo los excesos de las entidades
financieras los terminaron pagando los ciudadanos. Aquella crisis bancaria no
fue precisamente un ejemplo de transparencia. Todas las actuaciones fueron
realizadas desde la opacidad del Banco de España, repercutiendo finalmente en
el erario público a través de unos menores beneficios del banco emisor.
Es de esperar que el comportamiento sea
totalmente distinto en esta ocasión. Primero, estableciendo de manera clara y
nítida la forma de actuación, y segundo, mediante una información verídica en
la ejecución y dando cuenta de ella al Parlamento. Hoy por hoy, está todo por
concretar y quedan muchos cabos sueltos. El vicepresidente económico afirma que
la operación no va a costar un euro a los contribuyentes. Habrá que verlo y es
lo que hay que demostrar. Por lo pronto, el stock de deuda pública se va a
incrementar casi en cinco puntos del PIB y será necesario atender en el futuro
a los gastos financieros y a la amortización.
Todo radica pues en la contrapartida, es
decir, en los activos que se van a adquirir. Se ha puesto mucho énfasis en
afirmar que no se trata de papel basura. ¿Cómo podemos saberlo? Se contesta que
porque todos tienen la calificación de triple A. La respuesta es para echarse a
temblar, porque el origen de la actual crisis se encuentra en que precisamente
las agencias de valoración concedieron dicha calificación a un número
importante de títulos cuyo respaldo consistía tan solo en hipotecas subprime.
No obstante, el mayor interrogante actual
consiste en saber si va a ser eficaz el sistema diseñado. El problema de
nuestro país, que es al mismo tiempo el de los bancos, radica en cómo financiar
el déficit por cuenta corriente de la balanza de pagos y el stock acumulado de
deuda pública exterior. Las dificultades actuales de las entidades financieras
tienen su origen en esta realidad. Ellas han prestado a empresas y familias
refinanciándose en el extranjero. En tiempos de abundancia de liquidez no han
encontrado ningún impedimento e incluso han obtenido de su intermediación
cuantiosos beneficios. Pero la situación ha cambiado radicalmente desde el
momento en que los mercados financieros se han colapsado por la desconfianza
asociada a la crisis de las hipotecas subprime.
Ahora, todo son obstáculos para renovar la deuda.
A solucionar este problema se orienta el
plan del Gobierno de conceder avales a las entidades financieras por 100.000
millones de euros e inyectarles otros 50.000 millones mediante la emisión de
deuda pública y compra de sus activos. Pero para que esta última medida sea
efectiva la suscripción debería realizarse en su mayor parte por ciudadanos o
por entidades extranjeras, esto es, que los recursos provengan de fuera del
sistema financiero español. De lo contrario, el efecto sería nulo. De nada vale
inyectar unos recursos que previamente se han retirado de las propias
entidades.
La atípica estructura de la Unión Monetaria
viene a complicar la cuestión. Lo lógico sería que fuese el Banco Central
Europeo y no el Tesoro el que inyectase la liquidez necesaria. Sin embargo, no
parece estar dispuesto a hacerlo ni las autoridades españolas a exigírselo. De
nuevo, Europa impide que se actúe adecuadamente en el ámbito nacional, el Banco
de España (banco de banqueros) ha perdido sus funciones, pero tampoco se actúa
en el marco de la Unión.