El
triunfo demócrata
La victoria de los
demócratas en EEUU ha sido saludada en todo el mundo como un triunfo propio. El
varapalo infligido a Bush se ha recibido con manifestaciones de júbilo y
alegría. Más vale tarde que nunca, ha podido pensar alguno. Y es que durante
seis años largos el pueblo americano –como es lógico, con algunas excepciones–
ha sido testigo mudo y complaciente de las atrocidades que su gobierno cometía
en el otro extremo del planeta. Incluso hace tan sólo dos años volvieron a
elegir a Bush como presidente del país, convirtiéndose, se quiera o no, en
cómplices de los crímenes cometidos.
Desde entonces las
cosas han cambiado mucho, pero ¿en qué ha consistido ese cambio en realidad?
Desde luego, no en los asesinatos y excesos perpetrados por el ejército
americano. Existen desde el primer día, como casi desde el primer día han
existido Guantánamo y las violaciones de derechos humanos. Lo único nuevo
quizás es la percepción por la opinión pública de que Irak se ha convertido en
una ratonera para las fuerzas ocupantes. Se empieza a vislumbrar la inutilidad
de la masacre y lo estéril del sacrificio de tres mil soldados norteamericanos
muertos, sin que, al mismo tiempo, se sepa muy bien cómo poner fin a la
aventura.
Bertrand Russell
sostiene que no fue la existencia en abstracto de la esclavitud en el Sur el
origen de la guerra civil, sino que su causa más inmediata estuvo en la ley de
esclavos fugitivos que obligaba a los habitantes de los Estados del Norte a
colaborar en la detención de los negros escapados del Sur y a soportar un
castigo de mil dólares de multa y más de seis meses de prisión a todo aquel que
fuese acusado de ayudar a un esclavo huido. El sentimiento abolicionista era
aún excepcional entre los habitantes del Norte, pero les resultaba intolerable
que se castigase a respetables ciudadanos por el único delito de ayudar a
infortunados negros a escapar de
La guerra de
Afganistán primero, y después
Tampoco estoy seguro
de que el triunfo del partido demócrata obedezca a un cambio de opinión de toda
la sociedad americana. Un dato que no se resalta con la importancia que se debe
es el hecho de que la participación electoral ha sido del 40%. Es decir,
bastante más de la mitad de la población no se ha manifestado. Y, según dicen,
en esta consulta electoral la concurrencia a las urnas ha sido bastante elevada
en comparación con otros comicios, lo que plantea una profunda duda sobre el
carácter democrático del sistema político americano en el que la mayoría de la
población renuncia a participar por desconfiar de su eficacia y coherencia.
Claro que, puestos a dudar, no estaría de más que dirigiésemos la atención
dentro de nuestras fronteras. Algo debe significar también la elevada
abstención con la que se aprobó el Estatuto catalán y la que se produjo en las
últimas elecciones autonómicas de Cataluña.
Parece ser que el
triunfo demócrata se debe en esta ocasión, en gran medida, a los jóvenes, cuyo
porcentaje de participación ha sido más elevado que otras veces y que en su
gran mayoría han votado demócrata. Es posible que la guerra de Irak haya
movilizado –con la intención de castigar a Bush– un electorado habitualmente
abstencionista. Algo parecido ocurrió en España el 14 de marzo del 2004.
Tampoco estoy
convencido de que la victoria de los demócratas vaya a significar un cambio
sustancial en la política americana y mucho menos en su estrategia
internacional, más concretamente en lo que hace referencia al Próximo Oriente.
No sólo porque, según la distribución de competencias políticas, la exterior
esté encomendada al presidente de EEUU, sino también y principalmente porque no
parece que los demócratas tengan una teoría precisa y homogénea en esta
materia. No se puede olvidar que casi la totalidad de ellos apoyaron la guerra
de Irak. El motivo fundamental de desconfianza radica en que todos los
conflictos en esta zona tienen en buena medida una raíz común: el genocidio que
Israel está cometiendo con los palestinos, y me temo que referente a ello la
postura de los demócratas no difiera mucho de la de los republicanos.