Los aledaños de Gescartera

Lo que me atrae de ese culebrón estival llamado Gescartera no es tanto el tema principal como los aledaños. En sí mismo, el asunto central no da para mucho, es incluso poco original, un caso más de estafa financiera en el que alguien monta un chiringuito para engañar a unos pardillos que, creyéndose los más listos, piensan haber encontrado el negocio del siglo. El primero termina en la cárcel y los pardillos sin el capital invertido.

Pero si Gescartera es la estrella del verano, creo yo que se debe sobre todo a los múltiples y variados elementos que acompañan al tema principal y que, desde luego, harían las delicias de cualquier amante del vodevil. Del caso Gescartera, como racimos entrelazados, van surgiendo otros muchos asuntos dignos de atención y de comentario. Se me ocurren algunos:

Las auditorías.- Sin salvedades, dicen que concluía el informe de la que le hicieron a Gescartera. Lo mismo que con Banesto y con la PSV. Nunca detectan nada. No es de extrañar. En este país las auditorías se hacen a la carta, al gusto del cliente que es el que paga. Las firmas carecen de responsabilidad, ni penal ni civil. Y el Instituto de Contabilidad y Auditoría de Cuentas, ICAC, organismo encargado de controlarlas, está de adorno o de sindicato de intereses de los auditores, y, por si cabía alguna duda, el Gobierno ha puesto al frente del mismo a un ex socio de la principal firma privada.

La Agencia Tributaria.- Desde el principio se sospechó, y poco a poco se va confirmando, que gran parte de los recursos invertidos en Gescartera eran dinero negro. No parece que el papel de la Agencia Tributaria haya sido muy lúcido. Y hay motivos para maliciarse que todas estas ingenierías financieras -en muchos casos habría que hablar más bien de chapuzas financieras- gozan de la más absoluta impunidad fiscal; cosa que, por otra parte, no tiene nada de sorprendente si tenemos en cuenta que el tránsito de inspector a asesor fiscal y viceversa es continuo, y si incluso se nombra secretario de Estado de Hacienda a quien ha tenido hasta su nombramiento despacho abierto, y vaya usted a saber si no lo sigue manteniendo, aunque con testaferros.

La unidad de caja y la inversión de los fondos públicos.- Entre los estafados en Gescartera se encuentran distintas instituciones públicas. Surgen varios interrogantes de inmediato. ¿Hasta qué punto se cumple en el sector público la unidad de caja, y si, a veces, no existen fondos autónomos que o bien no deberían ser tales o bien alcanzan montantes excesivos? Pero, en todo caso, habrá que preguntarse si está justificado que estos organismos realicen inversiones especulativas o depositen sus excesos de tesorería en chiringuitos como el de Gescartera.

La Iglesia.- Organizaciones eclesiales de los más diversos pelajes confiaron sus recursos a Gescartera, suscitando que la opinión pública haya comenzado a cuestionarse la financiación de la Iglesia, y por qué un estado laico debe correr con su mantenimiento, sin que además se someta a ninguno de los mecanismo de control a que está obligada cualquier otra entidad que reciba subvenciones del Estado.

Las ONGS.- También han aparecido algunas vinculadas a Gescartera no sólo como depositantes, sino incluso como accionistas. ¿Engañadas? En esto de las ONGS hay mucha confusión, como con todas las generalizaciones. Yo, por principio, desconfió bastante de esa especie de canonización que se hace hoy de la sociedad civil. Creo que lo que llamamos sociedad civil es más bien sociedad mercantil. Y es que el problema es muy sencillo, o bien las ONGS se hipotecan al poder económico o al Gobierno y reciben subvenciones y financiación, o intentan mantenerse independientes, lo que representa su asfixia financiera y el ostracismo.

La ONCE.- Ha ocupado un papel estelar en este escándalo. Curiosamente ha estado metida en demasiados aquelarres e intrigas: El Independiente, Onda Cero, Tele 5. Y es que la ONCE goza de un privilegio difícilmente justificable: participar en el monopolio estatal de la lotería, lo que le concede un poder financiero de tal envergadura que la convierte en medio idóneo para cualquier operación sectaria y partidista.

Y así podríamos continuar. Gescartera da para mucho. Cuando en un escándalo de éstos se tira de la manta, son bastantes los que enseñan sus vergüenzas.