Portugal sin
soberanía
Más
que hablar de rescate deberíamos utilizar la palabra batacazo, porque,
hasta la fecha, lo único que han
conseguido los países a los que
El
caso de Portugal ha sido sintomático. De nada ha servido que el parlamento
rechazase el denominado Programa de Estabilidad y Crecimiento (crecimiento,
¡qué ironía!) presentado por el gobierno de Sócrates. Portugal, como casi todos
los países de
Es
alarmante la sinrazón a la que hemos llegado. Al Estado islandés se le ha
pretendido obligar a salir al rescate de sus bancos y ahora se le coacciona
para que se haga cargo de las deudas y de los pufos que estas instituciones han
dejado en el extranjero. Para este menester parece que los bancos sí tienen
nacionalidad; pero son europeos cuando de lo que se trata es de seguir
instrucciones. Así en Portugal no es el poder público elegido democráticamente
el que manda en las entidades financieras, sino instituciones, como el BCE,
irresponsables políticamente y que no tienen reparo alguno en señalar que lo
único que les importa es la inflación, obviando por completo el crecimiento y
el empleo.
Se
trasmite a la opinión pública la idea de que la intervención de Portugal se
debe a que el parlamento ha rechazado el programa reaccionario del presidente
Sócrates. ¿Alguien puede creer que de haberse aprobado las medidas de ajuste
propuestas no hubiera llegado igualmente el rescate? Éste hacía ya tiempo que
llevaba revoloteando sobre Portugal, y los dos ajustes anteriores no habían
solucionado nada, como tampoco habría servido de nada si se hubiese aprobado el
tercero, del mismo modo que los rescates no están reparando las dificultades de
los países rescatados.
El llamado rescate va a ir seguido en
Portugal, como antes en Grecia y en Irlanda, de medidas de ajuste brutales que,
lejos de remediar sus problemas, empeorarán la situación económica, en especial
la de sus trabajadores y sus ciudadanos más pobres. Sus planteamientos poco
tienen que ver con la ciencia económica, y mucho más con un fanatismo
doctrinario tendente a beneficiar a las fuerzas económicas y financieras,
nacionales y foráneas. Medidas como la de las privatizaciones no pueden tener
otra finalidad sino la de traspasar a manos privadas negocios sumamente
rentables.
Desde
distintos ángulos, tanto nacionales como internacionales, se apresuran a
señalar que el caso de España es diferente gracias a que el Gobierno ha
instrumentado las reformas necesarias. Tal planteamiento no tiene ningún
fundamento técnico, y expresa únicamente posiciones interesadas. Es difícil
saber si el contagio llegará a España. Pero si al final nuestro país se libra,
no será por las medidas tomadas, la mayoría contraproducentes,
sino porque, dado su tamaño, la caída de España podría hacer tambalearse a toda
De
todos modos, lo más relevante del caso de Portugal es que expresa de forma
perfecta la enorme crisis democrática que afecta a los países europeos que han
aceptado la libre circulación de capitales y