Los
defraudadores en las poltronas y Falciani en la
cárcel
Ha
pasado casi desapercibida en la prensa. Hay noticias que no conviene airear. El
1 de julio pasado, Hervé Falciani
fue detenido en el puerto de Barcelona y desde entonces permanece preso en la
cárcel de Valdemoro, a la espera de que la Audiencia Nacional dictamine sobre
su extradición a Suiza acusado de un delito de revelación de secreto bancario,
delito que -conviene decirlo- no existe en España, en donde por el contrario lo
que sí constituye delito es la ocultación y complicidad con quien evade.
¿Quién
es Hervé Falciani? Un
ingeniero informático trabajador del banco HSBC en Ginebra y que descubrió una
de las redes más amplias de evasión fiscal conocidas hasta la fecha, 130.000
cuentas, 18.000 de las cuales eran francesas, italianas y españolas. Perseguido
por la justicia helvética, se refugió en Francia y los datos sobre los
defraudadores fueron a parar a las autoridades fiscales galas que compartieron
la información con sus colegas de los otros países de la Unión Europea, entre
ellos España.
Algunos
nombres, por supuesto no todos, se filtraron a la prensa: el de Patrice de Maistre, el asesor
financiero de Liliane Bettencourt,
propietaria del imperio L’Oréal; Arlette
Ricci, la heredera de la marca de perfumes Nina Ricci; en Italia, modistos como Valentino o joyeros como Bulgari. En España, la Agencia Tributaria identificó, según
informó en su día, a 659 grandes defraudadores y a otros muchos de poca monta,
pero los nombres no se hicieron públicos; tan solo los de Emilio Botín y su
hija Patricia, debido a una actuación de la fiscalía anticorrupción.
La
paradoja, aunque no sé si lo es en este mundo del capitalismo global en el que
nos movemos, consiste en que ninguno de estos defraudadores ha terminado en la
cárcel y sí el que los ha denunciado. Y es que el sistema se defiende. No sé
cuáles serían las intenciones de Hervé Falciani al sustraer la
información al HSBC, si le movía el altruismo o motivos crematísticos, pero
poco importa. No hay ninguna culpabilidad en el hecho de haber destapado una
gran estafa cometida a los ciudadanos, franceses, italianos o españoles. La
culpabilidad y el delito son, sin duda alguna, de los defraudadores, de
aquellos que aparecen en la lista y de los que no están en ella, del Banco HSBC
que oculta a los evasores y de Suiza que vive de la industria del dinero negro.
Aquellos que estafan y roban (no otra cosa es el fraude fiscal) en enormes
proporciones a los ciudadanos no solo no van a la cárcel sino que continúan
gozando de relevancia y preeminencia en la sociedad,
mientras que aquel que los ha denunciado se encuentra perseguido como un
delincuente. ¿En qué está pensando el gobierno español que en lugar de pedir a
Suiza el nombre de los evasores encarcela a Falciani?
Asuntos
como este destapan la hipocresía del G-20, del G-7, de todos los G y organismos
internacionales. ¿Dónde quedan todas las peroratas que hemos tenido que oír
acerca de los paraísos fiscales? Han pasado los años y todo continúa igual. Y
¿Europa? ¿Cómo se va a creer nadie que camina hacia la unidad cuando en su
seno existen Estados como Suiza, a los
que se consienten que vivan del fraude y de la estafa cometida sobre otros
países del área? ¿Con qué autoridad pretenden desde Berlín, Fráncfort o
Bruselas dar lecciones de puritanismo y buen gobierno a Grecia si se permite al
mismo tiempo que el país helvético reciba más de 220.000 millones de euros
procedentes de evasores griegos?
Se
ha dicho que esta Europa es la del capital. Nunca como ahora se está
demostrando más cierta dicha afirmación y se hace patente que todo en ella
camina a beneficiar a los grandes intereses económicos y financieros. Basta con
contemplar las medidas que se imponen a los países desde Bruselas o desde el
BCE, todas van orientadas en la misma dirección: reducción de salarios,
liberalización del mercado laboral, disminución de los gastos de protección
social y de los servicios públicos. Poco o nada en materia fiscal, y eso a
pesar de que en la mayoría de los países es la caída en la recaudación la
causante del déficit público. Y cuando alguna vez se ha recurrido a los
impuestos ha sido para recomendar, como en España, que se incremente el IVA
-impuesto regresivo que pagamos en la misma cuantía todos los españoles con
independencia de nuestra capacidad económica- para reducir simultáneamente las
cotizaciones sociales que recaen sobre los empresarios.
En
esta línea ha sido aun más llamativa la medida tomada por el gobierno
portugués. Pretende aumentar siete puntos las cotizaciones sociales a cargo del
trabajador -para reducir el déficit público, dice-, pero a continuación anuncia
que disminuye la de los empresarios en cinco puntos y medio. Parece bastante
claro que de los siete puntos en que se reducen los salarios de los
trabajadores, solo un punto y medio se destina al saneamiento de las finanzas
públicas, mediante que cinco puntos y medio se orientan a incrementar el
excedente empresarial.
Incluso
cuando algún gobierno como el de Hollande pretende
hacer una política distinta y adentrarse hacia una tributación más progresiva,
gravando más al que más tiene, el corsé de Europa lo aprisiona. Bernard Arnault, dueño de Louis Vuitton y
primera fortuna de Francia, amenaza con pedir la nacionalidad belga. Ante la
indignación popular (Francia no es España), ha rectificado, afirmando que esa
decisión no le impedirá continuar pagando sus impuestos en París. Lo peor sin
duda será que habrá otros muchos que sin decirlo y a la chita callando
trasladen su domicilio fiscal a Bélgica o a algún otro país fiscalmente más
tolerante.
Y
es que la Unión Europea con libre circulación de capitales y sin armonización
fiscal, está construida para eso, para que el capital pueda evadir impuestos.
Es por ello por lo que permite en su interior múltiples paraísos fiscales, y es
por ello también por lo que sus autoridades, tan preocupadas por que no se
viole la libre concurrencia, permiten y propician el dumping fiscal. ¿Por qué
extrañarnos entonces de que Falciani esté en la
cárcel, y los defraudadores en las convenciones y en la prensa?