El
blindaje del Concierto
A los políticos
vascos no les gusta el término blindaje y afirman, incluso los del PP, que no
se trata de ningún privilegio. Es, dicen, igualarse al resto de las Autonomías.
Ya me gustaría a mí que en materia fiscal realmente el País Vasco se igualase
al resto de las Comunidades Autónomas. Pero, como siempre, pretendemos mantener
lo bueno que nos diferencia e igualarnos en aquellas facetas en las que podemos
salir perjudicados. Si el País Vasco quiere de verdad equiparar su régimen
fiscal al resto de las Autonomías, lo tiene fácil, sólo tiene que renunciar al
Concierto. No creo que nadie se opusiese. Lo que no se puede estar es al plato
y a las tajadas.
El Concierto Vasco,
por más que esté en la Constitución, es una aberración desde el punto de vista
de la lógica tributaria y del Estado de derecho. Constituye una antigualla
incompatible con cualquier Estado moderno. Yo soy yo y mis circunstancias,
afirmaba Ortega; y es que las circunstancias pueden modificar sustancialmente
el sentido de las cosas y transformar lo positivo en negativo.
Hasta la Revolución
Francesa, no existieron los ciudadanos, tan sólo los súbditos. Tampoco se podía
hablar de los derechos del hombre, generales y universales. Únicamente de
fueros, privilegios -de una persona, grupo, ciudad o región- concedidos o, la
mayoría de las veces, arrancados por la fuerza al monarca. El pueblo vasco podía estar orgulloso de sus
fueros, constituían su margen de libertad, durante la Edad Media, en una
sociedad feudal, incluso en el antiguo régimen con una monarquía absoluta. Pero
en un Estado democrático y social los derechos deben ser universales e iguales
para todos. No hay sitio ni para los privilegios ni para los fueros.
El Concierto vasco
rompe la unidad fiscal del Estado y pulveriza la política redistributiva.
Siendo una de las regiones con mayor renta per cápita, el País vasco presenta
una balanza fiscal positiva. Pero aún hay algo peor, su capacidad normativa en
materia tributaria puede convertirlo en una especie de paraíso fiscal para las
regiones limítrofes. ¿Es tan extraño que éstas quieran defenderse con el único
instrumento que les queda, el recurso al Tribunal Constitucional?
Resulta curioso que
siempre la tan reclamada autonomía financiera de las Comunidades termine con
bajadas de impuestos. A ninguna le ha dado por subirlos. Más que de
responsabilidad, habría que hablar de irresponsabilidad fiscal.
Las declaraciones de
los países europeos contra los paraísos fiscales tienen algo de inconsistentes,
ya que tras la aceptación de la libre circulación de capitales y la negativa de
armonización fiscal, cada país se transforma en cierta medida en un paraíso
fiscal para el resto. La vicepresidenta lo ha dicho. No podemos gravar a los
ricos porque el capital se mueve a la velocidad de la luz. La gravedad, no
obstante, aumenta cuando la competencia se establece no ya entre Estados, sino
entre Comunidades Autónomas.