Una sociedad
dividida
Nada nuevo nos dicen los resultados. Una
sociedad dividida en dos mitades. Difícil resulta saber quiénes han sido los
ganadores, y más difícil predecir cómo van a gobernar. Sustancialmente todo
sigue igual. Un solo dato aparece como vidente, los perdedores: la ideología de
izquierdas y el País Vasco. Estaban ya derrotados antes de iniciarse la
carrera, las elecciones, desde el momento en que la confrontación se planteó en
clave nacionalista, en pro y en contra. En Euskadi no hay parados, ni contratos
basura, ni accidentes laborales, los trabajadores no pierden poder
adquisitivo... En el País Vasco no hay listas de espera y la sanidad y la
justicia funcionan perfectamente. No existen jubilados con pensiones de
miseria, ni desigualdades lacerantes en la riqueza y la renta. En Euskal Herria parece que sólo
hubiera nacionalismo y antinacionalismo, que a menudo
es también nacionalismo a su manera. A lo largo de la Historia, los
nacionalismos quebraron en múltiples ocasiones el progreso social y la unidad
de los trabajadores. Tan pronto como aparecen lo llenan todo y los problemas
sociales y económicos se postergan.
Se me dirá que en el País Vasco lo que sí
hay es terrorismo, y que dar respuesta a esa falta de libertad es lo primero.
Tal vez. Pero eso, por mucho que algunos se hayan empeñado en convencernos de
lo contrario, no es lo que se dilucidaba en estas elecciones. Únicamente desde
intereses partidistas, o desde la más simple de las inocencias, se puede
afirmar que el triunfo de alguna de las opciones iba a representar el fin de
ETA. También al principio de la tregua se sostuvo que se había derrotado a ETA.
No todos los problemas admiten solución, al
menos a corto plazo. Tratar de convivir con ellos surge como la única opción
viable. No resulta fácil. Desde el animismo hasta las construcciones religiosas
más elaboradas, el hombre ha huido de los enigmas indescifrables a través de
falsos remedios. Los atajos, los apremios y las coacciones, lejos de resolver
los dilemas, a menudo dificultan su desenlace. El gran problema del País Vasco
es una sociedad escindida al 50%. Cualquier intento de solución basado en la
imposición de una de las partes sobre la otra no puede conducir más que al
desastre. Algo sí han mostrado los resultados electorales, que el pueblo vasco
será el gran perdedor, si el frentismo permanece y las dos mitades no se
avienen a entenderse o, al menos, a tolerarse.