El grupo de sabios europeos

En medio del terremoto que azota la Unión Europea y Monetaria, el llamado grupo de sabios, constituido en diciembre de 2007, acaba de entregar sus conclusiones. La primera sorpresa es que un grupo que han apellidado “de sabios” lo presida Felipe González. La segunda es que, con lo que está cayendo, las conclusiones que presentan ni laman siquiera el fondo del problema y que se limiten tan sólo a plantearse algunas cuestiones tangenciales tales como la energía nuclear, la incorporación de Turquía, la emigración, las jubilaciones anticipadas, el desarrollo científico y tecnológico, etc. Todas ellas relevantes, sin duda, pero que no se acercan al núcleo del conflicto: las enormes contradicciones sobre las que se ha construido la Unión Europea y, más concretamente, la Unión Monetaria.

Bien pensado, no se podía esperar ninguna otra cosa teniendo en cuenta los componentes así como las personas con las que el grupo ha celebrado reuniones. Todos ellos, comenzando por González, son los responsables de la situación presente. Diseñaron y llevaron a cabo el actual proyecto, monstruoso y sin futuro viable. Es por ello por lo que resulta tan irritante que González pretenda ahora dar lecciones y proponga refundar Europa. Ciertamente Europa necesita de refundación, pero la de González tiene tanta credibilidad como la del capitalismo de Sarkozy.

Determinados discursos tendentes a atacar a los mercados y a los especuladores causan risa cuando quienes los pronuncian son los mismos que han diseñado y creado este sistema tan absurdo e incongruente. No se puede liberar a la bestia y después quejarse de su comportamiento.

Todos los gobiernos, sea cual sea su color y el país al que pertenezcan, han renunciado a los mecanismos de control de los capitales, ¿pueden lamentarse ahora de que estos se mueven a sus anchas y conveniencias e impongan sus mandatos y condiciones? La Unión Europea se ha construido de acuerdo con el esquema del neoliberalismo económico. Los países miembros han cedido soberanía, aunque no existe una institución supranacional capaz de asumirla.

Se adoptó la libre circulación de capitales sin que previamente se hubiera adoptado la armonización en el campo fiscal, social y laboral, y se aprobó Maastrich sin instrumentos auténticos de cohesión. Los famosos fondos, de los que González tanto alardeó, eran ridículos y totalmente insuficientes –ahora se ha comprobado– para lograr la convergencia entre países con la misma moneda. Es más, han presentado el gran inconveniente de ofrecer la apariencia de que se realizan cuantiosas trasferencias de unos países a otros cuando lo cierto es que quedan a años luz de los mecanismos que cualquier país dispone para compensar los desequilibrios regionales que se producen por el hecho de ser una unión comercial, financiera y monetaria.

Los países miembros de la Eurozona se encuentran sin capacidad de reacción frente a las dificultades económicas y financieras que pueden surgir. Están privados, por supuesto, de la política comercial y de la posibilidad de aplicar medidas de control de cambios de las que se han desprendido todos los países al incorporarse a la Unión Europea, pero es que además carecen de la posibilidad de devaluar y de un banco central propio al que acudir en caso de necesidad, y todo ello sin poder disfrutar de los mecanismos redistributivos y compensatorios de los que goza cualquier región integrada en un Estado. Krugman lo ha señalado de forma clara poniendo como ejemplo a California. ¿Alguien puede imaginar qué hubiera ocurrido si la unión de las dos Alemanias se hubiese realizado con los mismos parámetros que se han aplicado para constituir la Eurozona?

Si los mercados, los grandes inversores y los especuladores han atacado únicamente a países de la Eurozona se debe a su estado de debilidad, debilidad que no obedece, tal como afirma cierto discurso bobalicón, a que no han hecho sus deberes sino a que tienen un corsé que les impide defenderse. Gran Bretaña, por ejemplo, supera a España tanto en el nivel de déficit público como en el de stock de deuda pública acumulada. Sin embargo, sus bonos no han sufrido la presión de los mercados. La diferencia radica en que no pertenece a la Unión Monetaria, ha podido devaluar cerca del 40 %, y posee un banco central dispuesto a intervenir en el mercado secundario para mantener la cotización de la deuda.

La reacción de la Unión Europea ha sido, como siempre, decepcionante. Ciertamente ha parado el golpe de los especuladores, incluso el BCE ha comenzado a comportarse como un verdadero banco central, pero todo ello ha sido a condición de obligar a algunos países, entre los que se encuentra España, a realizar un ajuste brutal y desproporcionado que va a incrementar las desigualdades, va a poner en peligro la recuperación y quizás por ello el propio equilibrio presupuestario. La postura de Alemania y Holanda resulta especialmente impúdica ya que son los beneficiarios de la UM y de que los demás países puedan depreciar la divisa. Es esta inviabilidad de ajustar mediante los tipos de cambios las diferencias que se han producido en los distintos países, la que anuncia que la solución adoptada por el ECOFIN es provisional y presagia que antes o después retornarán las dificultades.