Hay que fastidiarse
con los liberales
En La riqueza de las naciones, el
padre del liberalismo económico nos pone en guardia contra los comerciantes -en
su tiempo los empresarios eran los comerciantes-, que tienden a
conspirar contra la libertad de mercado; su objetivo es obtener el máximo
beneficio y para eso nada mejor que destruir la competencia. ¿Qué diría Adam
Smith hoy cuando son pocos los sectores cuyos mercados no están controlados por
las grandes empresas? La hipocresía y el doble lenguaje se han apoderado del
discurso. El mundo empresarial hace profesión de neoliberalismo económico y
arremete con toda virulencia contra cualquier injerencia estatal, pero en
cuanto comienzan las dificultades, está dispuesto a apostatar e ir corriendo a
que papá Estado le saque de sus apuros.
Los empresarios se transforman en grupos de
presión. Cada sector tiene su patrón político y por eso los representantes de
promotores y constructores han ido a visitar a la ministra de
Don Guillermo Chicote, presidente de la
asociación de promotores y constructores, que se supone que también es liberal,
se encabrita porque el Estado no interviene, se enfrenta a Solbes reprochándole
que quiera resolver el problema con comparecencias y discursitos y avisa que
“las suspensiones de pago van como los higos en septiembre”, lo que indica bien
a las claras que los empresarios se quitan de en medio cuando las cosas vienen
mal dadas y dejan quebrar a las sociedades.
Don Guillermo quiere soluciones y se las
pide al Estado. En realidad, lo que parece querer es dinero, que
A los promotores y constructores no los veo
yo muy autonomistas, pero a río revuelto, pensarán, ganancia de pescadores, y
por eso después de la negativa de Solbes, se dirigen al río revuelto de las
Comunidades Autónomas. Es muy posible que al menos alguna de ellas les abra sus
arcas en plan generoso. Total, disparan con la pólvora del rey, es decir, con
la pólvora del Estado, porque antes o después pasarán la cuenta a
Montoro, que se supone que
también es liberal, reprocha al Gobierno que abandone a su suerte a un sector
como el de la construcción, lo que no resulta demasiado comprensible ya que,
como buenos liberales, habíamos quedado en que el Estado debe abandonar el
mercado y la economía al sabio dictamen de la mano invisible. De hecho, todo el
rifirrafe en el Congreso entre el vicepresidente económico y el portavoz de
economía del principal partido de la oposición fue bastante incomprensible. Montoro no pudo alegar más que generalidades, puesto que
resulta muy complicado criticar lo que uno mismo ha hecho. Estos lodos
provienen de aquellos polvos, y los polvos son tanto de los gobiernos del
Partido Popular como de los del PSOE, de tal manera que a uno no le cuesta nada
imaginarse el debate a la inversa, cambiando los discursos y los papeles.
Montoro, en las Cortes,
descubrió el Mediterráneo sosteniendo que nos enfrentamos a una crisis de
confianza; es la consecuencia lógica de un mercado desregulado en el que cada
empresa y sobre todo cada entidad financiera han actuado a sus anchas sin que
nadie les vigilase, con lo que han podido hacer todo tipo de chorizadas.
En coherencia nadie se fía de nadie. ¿No queríamos liberalismo?
El vicepresidente económico volvió a
manifestar que España se encuentra ante la crisis internacional en una posición
privilegiada dado que la situación de las finanzas públicas es de lujo. La
economía, sin embargo, es algo más que el superávit o déficit público. Solbes
olvida, o más bien quiere olvidar, que a la hora de demandar financiación a los
mercados internacionales el saldo del sector público es un elemento más a
financiar junto a las necesidades de empresas y familias; en suma, que lo que
cuenta es el déficit exterior, el de la balanza corriente, y en esa variable
hemos superado todos los récords, pero en negativo.
No es precisamente una situación de
privilegio la que tienen los agentes de nuestro país en los mercados
financieros, eso lo saben muy bien la banca y las cajas de ahorro españolas y,
como son muy liberales, vuelven la vista al Estado para que en estos tiempos de
vacas flacas les solucionen los problemas. Se encuentran, no obstante, con un
obstáculo, que estamos en
Nuestros banqueros son muy liberales y como
tales han apostado con júbilo por
El proyecto raya en el más puro cinismo. Por
mucho que