Oráculos del dinero

Triste papel el de los analistas condenados a interpretar las palabras de los gurús de la política monetaria. La economía se ha caracterizado por ser una ciencia esotérica cuyas conclusiones no están al alcance de todos los mortales. Interesadamente, se ha procurado mantenerla al resguardo de las masas, inaccesible para la mayoría de los ciudadanos. Pero, dentro de la economía, ninguna materia como la política monetaria se encamina al retraimiento y se reserva exclusivamente a unos pocos iniciados.

La política monetaria se ha convertido en una especie de alquimia que solo algunos entienden. Tan es así, que los alquimistas o sus partidarios han reclamado para ellos total autonomía, no estar sometidos a ningún gobierno y responder tan solo “ante Dios y ante la historia”. En esta línea, los mandatarios de los bancos centrales –más allá del bien y del mal, resguardados de toda crítica– practican sus ritos y, como oráculos, se dirigen a un público que se debate por interpretar sus palabras.

La pasada semana, el Banco Central Europeo ha continuado su tendencia al alza de los tipos de interés, elevando el de referencia en un cuarto de punto. La medida fue acompañada de palabras enigmáticas y arcanas que los analistas se empeñan en interpretar a fin de obtener una pista sobre la actuación futura de la autoridad monetaria.

Así, algunos prestaron su atención a la afirmación de Trichet: “La política monetaria está todavía en lado acomodaticio” (frase profunda), en lugar de sostener simplemente como otras veces que “es acomodaticia”. Enorme diferencia, suficiente para que los exegetas deduzcan que la subida de tipos de interés está llegando a su fin, aun cuando sea previsible que se produzca un nuevo alza en junio.

Igual conclusión obtienen partiendo del calificativo “moderado” que Trichet ha otorgado al nivel actual de los tipos de interés, diferente del de “bajo” que es el que al parecer había aplicado en las anteriores comparecencias. De todo ello, los expertos deducen que el presidente del BCE piensa que el precio del dinero se acerca a su nivel normal, entendiendo por tal aquel que no daña el crecimiento ni promueve la inflación. Vamos , algo así como el punto crítico en que el hierro se convierte en oro.

¡Cuánta sutileza y extravagancia! ¿Por qué no se pueden decir las cosas a las claras? Porque pierden interés y misterio, y habría quien se percatara de que casi todo lo que manejan las muy sesudas cabezas del BCE es puro cuento. Resulta difícil saber por qué se califica de natural un nivel de tipo de interés y no otro. Además, habrá que suponer que en cada momento el tipo natural será distinto, y ¿cómo reconocerlo?

Por la cantidad de dinero en circulación, nos dirán los expertos, con lo que no habrán aclarado nada, porque de inmediato la anterior pregunta se desdobla en otras dos, tanto o más difíciles de contestar. La primera consiste en definir correctamente lo que debe entenderse por dinero. Misión imposible, y en la que han fracasado casi todos los bancos centrales. El BCE usa como dinero una variable denominada M3, pero no está claro qué tipo de activos deben integrarse en ella; la prueba es que ha cambiado en múltiples ocasiones. La segunda incógnita radica en cómo saber en cada momento cuál es la cantidad correcta de dinero en circulación, entre otros motivos porque va a depender de la velocidad de circulación y es difícil estar seguro de que ésta permanece constante.

La decisión del BCE de elevar el precio del dinero parece más relativa si cabe, ya que, al mismo tiempo, se revisa la previsión de inflación para 2007, cifrándola en el 1,8 por ciento, es decir, incluso por debajo del nivel objetivo fijado por la autoridad monetaria en el 2 por ciento. Trichet justifica la medida “por los riesgos sobre la estabilidad de precios a medio plazo que hemos establecido a través de nuestro análisis económico financiero”. Cabría recordar aquí las palabras de Keynes: “a largo plazo todos muertos”. Si ya resulta difícil pronosticar lo que va a pasar en el 2007, no digamos en el 2008. Endurecer la política monetaria en función de unas hipotéticas tensiones inflacionarias en el año próximo es arriesgarse a abortar el incipiente crecimiento económico por perseguir una nebulosa. En realidad, todos los análisis económicos y financieros del BCE se reducen a pronosticar una recuperación de la economía, y eso les pone nerviosos, comportamiento muy propio de las autoridades monetarias.

La recesión europea de principios de siglo duró quizás más de lo necesario porque el BCE se resistió a reducir, también más de lo conveniente, los tipos de interés. Esperemos que en los momentos actuales no malogre la recuperación con una política monetaria restrictiva tanto más contraproducente cuanto que el euro continúa apreciándose frente al dólar, perjudicando así la balanza de pagos de los países miembros.