Los
empresarios y los precios
En el primer semestre de este año, Repsol ha
cuadriplicado sus beneficios, unos 190.000 millones de nada. Eso sí, se ha
cuidado en señalar que tamaña ganancia no ha tenido su origen en el
encarecimiento de los carburantes. Ni siquiera dice ha trasladado a los
consumidores los incrementos del precio del crudo. Sus beneficios provienen,
tal vez, de la cría de ganado caballar o de la explotación hotelera y
turística, porque es conocido que los negocios de Repsol se desarrollan
principalmente en otros sectores que nada tienen que ver con el petróleo. Lo
justifica en su filial YPF, como si no supiésemos lo que son precios de
trasferencia entre matriz y filiales. A la banca tampoco le ha ido mal en el
semestre que acaba de terminar, pero habrá de suponerse, así mismo, que esos
beneficios nada tienen que ver con las comisiones abusivas que cobran a los
clientes. Del mismo modo que las ganancias de las eléctricas, de Telefónica o
de Gas Natural no dimanan de la factura a los consumidores: descienden del
cielo gracias a la buena gestión de empresarios emprendedores.
El Gobierno no hace más que anunciar medidas
liberalizadoras, y cuanto más dice que liberaliza más beneficios obtienen las
empresas, más suben los precios y peor les va a los salarios. Porque, aunque
siempre han intentado ocultárnoslo, disfrazándolo tras alambicadas teorías, lo
cierto es que los precios los fijan los empresarios. Y en ausencia de
competencia rara avis de la que todo el mundo habla pero que nadie ve y de
regulación de los poderes públicos, no hay ninguna razón para que los precios
no se disparen.
El último dato de inflación, 3,6%, ha
levantado ampollas. En sí misma la tasa no es demasiado elevada, pero hay
varias circunstancias que en los momentos presentes la revisten de gravedad.
Primero, marca tendencia. Segundo, estamos en el euro y lo que importa no es
tanto el valor absoluto como la comparación con la de otros países de la unión
monetaria; año tras año se acumulan las diferencias y, al no poderlas compensar
vía tipo de cambio, la posición competitiva de nuestra economía empeora.
Tercero, el Gobierno con su política de liberalizaciones ha perdido capacidad
de actuación. Cuarto, los salarios y las pensiones suben menos que los precios
con lo que se produce una trasferencia de rentas de los trabajadores a los
empresarios.