Madrid,
política territorial y terrorismo
Tras el varapalo sufrido en Madrid por el
partido socialista se han forzado dimisiones y, según Zapatero y
A poco que se analice con alguna objetividad
el hecho, habrá que llegar a la conclusión de que el diagnóstico es equivocado.
Y no es que el PSOE madrileño sea ciertamente un ejemplo de buen
funcionamiento; pero sus dimes y diretes vienen de muy atrás y, sin embargo, si
no hubiese sido por Tamayo y Sáez habrían gobernado
Es cierto también que los candidatos no eran
para tirar cohetes, pero Zapatero no puede ignorar que él ha tenido bastante
que ver en su designación. Hace cuatro años impuso como candidata al
Ayuntamiento a Trinidad Jiménez con el consiguiente fiasco electoral, y en esta
ocasión –tras un vodevil bastante estridente– a Miguel Sebastián. En ambas
ocasiones se infligía una humillación gratuita a los militantes de Madrid, al
igual que se hizo en las pasadas elecciones generales cuando se colocó de
número dos por esta circunscripción a una total desconocida cuyo único mérito
consistía en ser la esposa de uno de los prebostes de Intermoney.
El mayor defecto de Simancas
ha consistido en que, para gozar personalmente del apoyo de la dirección
nacional, ha estado dispuesto a ceder en todos los demás asuntos, incluso en la
colocación en las listas de Tamayo y Sáez que, a la postre, le terminó costando
la presidencia de
Pero es que, además, existe la sospecha
fundada de que los resultados apenas hubiesen variado de ser otros los
candidatos. El voto de castigo recibido en Madrid era mucho más contra Zapatero
y la dirección nacional que contra el PSOE madrileño. Madrid no es el paraíso
de la derecha, como se quiere dar a entender, simplemente está libre, por una
parte, de complejos nacionalistas y, por otra, dada su condición de metrópoli
vive más la actualidad política y adelanta por tanto posturas que más tarde son
asumidas por el resto de España. El resultado de Madrid refleja en buena medida
el desacuerdo en que se encuentran la mayoría de los ciudadanos con la política
territorial instrumentada por Zapatero incluyendo en ella la caótica
negociación con ETA y Batasuna.
La creencia de que todo el anárquico proceso
seguido con el Estatuto de Cataluña no iba tener respuesta en las urnas o que
la danza convulsa de la negociación con la banda terrorista no se traduciría en
el resultado electoral constituía sin duda una ingenuidad y un exceso de
voluntarismo. Los ciudadanos han visto con sorpresa cómo su presidente se
colocaba al frente de la manifestación nacionalista y cómo a
En el caso de la negociación con ETA, los
ciudadanos se han encontrado en medio de un gran desconcierto, sin entender muy
bien lo que estaba pasando, pero con la sospecha, sospecha que ahora se
confirma, de que las cosas se estaban haciendo mal y que los terroristas
llevaban la iniciativa y se apuntaban los triunfos. En los momentos actuales es
difícil no reconocer que la tregua para lo único que ha servido es para
fortalecer y potenciar a la banda terrorista y a sus organizaciones afines. Y
no me refiero ya en materia de armamento, y de recursos humanos y estratégicos,
sino en lo que es más grave: en el protagonismo social y político e incluso en
la legitimación de sus objetivos.
ETA había recibido un golpe de muerte con el
atentado de Nueva York. Con las torres gemelas se derrumbaban también, en buena
medida, las esperanzas de la banda terrorista vasca. La llamada “comunidad
internacional”, azuzada por EEUU, se situó al borde de una paranoia antiterrorista.
En ese contexto y bajo el supuesto de que todos los terrorismos son iguales,
todo lo que de una o de otra manera connotase actuaciones terroristas quedaba
automáticamente proscrito y anatematizado. ETA y Batasuna estaban condenados al
mayor de los aislamientos internacionales y a la impopularidad más absoluta.
Por si todo esto fuese poco, el atentado salvaje de Madrid, aun cuando ETA nada
tuviera que ver con ello, la salpicaba al cubrir a todos los terrorismos con un
manto de salvajismo y barbarie. En definitiva, ETA en el 2004 estaba contra las
cuerdas y a la defensiva, hasta el punto de llevar casi dos años sin cometer
ningún atentado mortal.
Todo esto es lo que ha cambiado en estos
años de ambigüedad. Batasuna ha adquirido un grado de protagonismo político e
incluso de legitimación internacional como nunca había tenido. Recordemos la
sesión del parlamento europeo y la internacionalización del llamado conflicto a
Mientras ETA se fortalecía, las
instituciones estatales se iban desprestigiando. No sé si Otegi tiene o no
tiene que ir a la cárcel, pero de lo que no cabe duda es de que en un Estado
serio tal decisión no puede estar motivada por razones extrajudiciales y que,
en el plazo de unos meses, no se puede pasar de afirmar que es un hombre de paz
a meterlo en prisión. Tampoco sé si De Juana Chaos debe permanecer en prisión,
pero es difícil no preguntarse por qué las razones humanitarias aparecen y
desaparecen a conveniencia y cómo es posible que se le excarcele para cumplir
la ley y dos meses más tarde, también para cumplir la ley, se le devuelva a prisión.
Todos estos años, la política antiterrorista
ha estado llena de secretos y de contradicciones, contradicciones que se van
haciendo poco a poco más patentes. El Gobierno ni en este
área ni en ninguna puede pretender adhesiones incondicionales. Sin duda, como
le gusta repetir a Zapatero, el Gobierno es el responsable de la lucha
antiterrorista, pero “responsable” no solo significa tener a su cargo la
dirección y vigilancia en determinada materia (quinta acepción en el DRAE),
sino también estar obligado a responder de alguna cosa o por algunas personas
(primera acepción). Al Gobierno, por tanto, no le puede extrañar que los
ciudadanos en las urnas, antes o después, le exijan “responsabilidades”.