D. Julio Anguita González
Coordinador General
Izquierda Unida
Madrid, 13 de julio de 2000
Querido Julio:
Hace ya más de cinco años, según creo - ¡qué barbaridad, cómo pasa el tiempo!- , que recibí tu llamada. En IU ibais a celebrar la IV Asamblea y barajabas la posibilidad de que me incorporase a la Presidencia Federal. Reflexioné sobre tu propuesta y analicé los pros y los contras. En contra estaba mi tendencia individualista y un poco anárquica. Siempre he tenido bastante reticencia a encuadrarme en cualquier institución; pero, al mismo tiempo, era consciente de que la realidad política española vivía momentos cruciales, al estar convencido de que la consolidación del bipartidismo supone la muerte de la democracia y la eliminación de cualquier ideología progresista, tanto más si los dos partidos mantienen posturas casi iguales en política económica, materia que, al final, termina condicionando el resto. La existencia de una formación política llámese Izquierda Unida o como quiera que se llame- con un programa verdaderamente de izquierdas, por moderado que fuese, resultaba imprescindible si se quería mantener cierta esperanza de cambio, una brecha, aun cuando fuese pequeña, en el monolitismo del sistema. Creí que no tenía derecho, por tanto, a rechazar tu invitación.
Sabes, no obstante, que siempre consideré mi incorporación como un paréntesis. Y que esperaba retornar tan pronto como pudiera a los cuarteles de invierno. Por eso hace ya año y medio te planteé mi intención de ir retirándome, poco a poco, de la primera línea de la política activa. Me rogaste que aguardase, ya que tú ibas a hacer lo mismo y pensabas dejar la coordinación general en la VI Asamblea.
No tuve demasiado inconveniente en posponer mi decisión. Por otra parte, los acontecimientos posteriores tampoco me han dejado mucho margen de maniobra. Los resultados electorales han ido de mal en peor, y una salida en esas circunstancias podía interpretarse como el abandono de un barco que se hunde. Ahora es distinto. No porque los resultados de las generales hayan sido mejores que las europeas, autonómicas o municipales, sino porque en la VI Asamblea, en octubre, se abre una nueva etapa. Y, además, como sabes bien, finaliza el compromiso que había contraído. Es el momento.
Nada de esto es nuevo para ti porque ya contabas con ello, incluso en varias ocasiones ante preguntas de los periodistas acerca de tu futura marcha habías hecho referencia también a la mía.
Lo nuevo viene ahora. He decidido adelantar unos meses la retirada, por lo que te ruego que aceptes y transmitas al Consejo Político Federal que se celebrará el día 15 de julio mi renuncia a todos los cargos y puestos en los distintos órganos de dirección a los que hasta ahora he venido perteneciendo.
Espero que sepas comprender mi decisión y que disculpes que no cumpla al cien por cien el plazo al que me había comprometido. Hay dos razones para ello. La primera es que toda la organización, y por lo tanto los órganos de dirección, está volcada, como es lógico, en las preocupaciones de la VI Asamblea, fenómeno que sin duda se acentuará aun más en el futuro. Entenderás que, una vez tomada la decisión de mi retirada, no me sienta implicado en este proceso. Es más, dada esta circunstancia, no parece lógico, ni incluso ético, intervenir. La segunda razón es que una mayor carga de trabajo en mis labores profesionales me está creando dificultades añadidas a la hora de cumplir adecuadamente con las tareas de dirección. La conjunción de ambas variables ha conducido a que en los últimos meses apenas haya asistido a las distintas reuniones a las que he sido convocado.
En esta coyuntura se me planteaban dos opciones. La que he tomado o la de seguir como estos últimos meses hasta la VI Asamblea. Esta última quizás hubiese sido, arrastrado por la inercia, la más sencilla, pero no me parecía ni seria ni responsable. Por otra parte, si como ya te he dicho no considero ético intervenir en la preparación de la VI Asamblea, tampoco veo lógico responsabilizarme de decisiones en las que no voy a participar. Creo que la opción tomada es la más clara y transparente.
Me gustaría, no obstante, hacer algunas precisiones que te ruego que transmitas a los demás compañeros:
Mi decisión no está motivada por que piense que IU es ahora menos necesaria que antes. Todo lo contrario, la amenaza del bipartidismo es mucho más real y el peligro de hegemonía del pensamiento conservador está más presente. Sigo creyendo en la necesidad de IU, aunque tengo que confesar que mi creencia está al margen de cualquier sentimiento patriotero de siglas. Me daría igual cualquier otra formación política que apostase por un verdadero y factible programa de izquierdas. Como también renegaría de IU si considerase en un futuro que ha perdido sus señas de identidad. A mi entender, hay en la política española demasiado nominalismo, al que no pienso contribuir.
No quiero ocultarte, sin embargo, que mi ya natural escepticismo está bastante acentuado en la actualidad. Jamás participé de ningún determinismo histórico. Una cosa es pensar que nuestra sociedad y nuestra democracia necesitan de una fuerza política como IU y otra muy distinta creer que vaya a existir por el simple hecho de que sea necesaria. Confieso que en estos momentos soy muy pesimista sobre el futuro. Todo conspira contra IU y la experiencia nos enseña que existen muchos intereses en juego para que desaparezca o se transforme.
Soy dado a no despreciar el poder y la fuerza de las presiones sociales.
Si en una sociedad un gran número de personas se ponen de acuerdo para hacer pasar por
loco a alguien, lo más seguro es que poco a poco termine de verdad estando loco, de tal
modo que al final sus detractores podrán alardear de que tenían razón. Todos somos
conscientes de las deficiencias, errores, carencias y problemas internos que afligen o han
afligido a IU. No diré que no nos quepa alguna responsabilidad a los que la hemos
dirigido, pero no estoy dispuesto a flagelarme. Estoy convencido de que la mayor parte de
esos errores tienen su origen en el cerco de anatemas y desprestigio al que ha sido
sometida la organización, pero, paradójicamente, estos mismos defectos inducidos se han
transformado más tarde en argumentos y coartadas para continuar el proceso de
demonización, con lo que el círculo se cierra perfectamente.
En el actual orden social y económico diseñado por los poderes reales de la sociedad, no
parece que haya demasiado sitio para una formación política como IU, ni siquiera para un
pensamiento que se pueda llamar mínimamente de izquierdas, pero lo más grave es que, de
forma mayoritaria, la opinión pública, dados los medios con los que tales poderes
cuentan para conformarla, no los ve necesarios ni incluso convenientes. Pocas salidas
quedan.
Supongo que habrás notado lo de "mínimamente de izquierdas". Creo que siempre
ha quedado clara mi moderación y que nunca he pretendido instaurar la revolución
bolchevique; ni ahora ni cuando sí soñaban con ella muchos de los que en la actualidad
son furibundos neoliberales. He sido siempre lo que en otros tiempos se llamaba un cochino
reformista. No me gustan las etiquetas, pero si tuviese que aceptar alguna sería la de
socialdemócrata. Pues bien, hasta los aspectos más elementales de la socialdemocracia
son hoy postergados y ridiculizados. Ahí está el ejemplo de Lafontaine. Lo que se impone
en los momentos actuales son las terceras vías que usurpan el nombre del socialismo; no
es ya que se combata cualquier otra orientación, sino que se usa con ella la táctica
más peligrosa: el desprecio, la burla y la caricatura.
Comprenderás que con una visión tan pesimista no soy la persona idónea para participar
en tareas de dirección. No me gusta fingir, y es imposible que pueda infundir en la
militancia el optimismo y el entusiasmo del que carezco. Dejemos el campo libre para que
otros con mayor ilusión y pasión puedan realizar tal tarea.
No quiero que puedas deducir de lo anterior que abandono la política. La política nunca se abandona. Mienten como bellacos todos aquellos que van de independientes. Todos tenemos nuestra ideología, y en algunos casos lo que es bastante peor, intereses y conveniencias. Resulta patético presenciar cómo tertulianos, columnistas o escritores hacen alarde de independencia por el simple hecho de no tener carnet, cuando sus palabras expresan a las claras el mayor de los sectarismos en defensa de organizaciones políticas, de instituciones o de determinados intereses.
En mi caso concreto, y a estas alturas, no voy a cambiar de ideas. Somos ya demasiado viejos. Déjame que al hilo de ello te diga algo que sin duda tú sabes de sobra, que mi adscripción a IU nunca ha mermado lo más mínimo mi libertad. No pensaba o escribía de determinada forma por pertenecer a ella, sino que estaba en ella por pensar y escribir de esa forma. Seguiré pensando igual, y escribiendo, si me dejan, igual. Es más, muchos estamos condenados, queramos o no, a continuar buscando - usando la metáfora de Unamuno- "el sepulcro de don Quijote para rescatarlo de bachilleres, curas, barberos, canónigos y duques". Pero eso sí, la búsqueda, "la cruzada" en palabras de don Miguel, puede seguir distintos caminos y vericuetos y cada cual tiene que encontrar el suyo. Cada uno valemos para lo que valemos y creo que lo mío, al menos en estos momentos, no está en la política de cada día, sino, como afirma Ortega en su "Mirabeau", en dedicarme mejor o peor a "hacer definiciones". Lo que no significa en ningún caso que minusvalore el trabajo de los que se quedan.
Detesto esa actitud hoy tan frecuente de aquellos que, pertrechados en su verdadera o falsa intelectualidad, desprecian la actividad política y a los que la realizan, al tiempo que desde su atildada poltrona dictaminan sobre el bien y el mal y sobre lo que hay o no hay que hacer. Ya sabemos que el juego político la mayoría de las veces tiene poco de pulcro, de exquisito o de bello. Pero mayor motivo para admirar a los que son capaces de arremangarse y mancharse las manos. Sabemos también que la actividad política no está libre de oportunistas, aprovechados y ambiciosos, incluso de corrupción, pero ¿qué parcela de la realidad lo está, en una sociedad que ha colocado el lucro económico como valor supremo? Pretender que la política sea una isla de moralidad y altruismo me parece farisaico.
Mi reconocimiento, por tanto, a todos los que en IU van a continuar tirando del carro. Tú, ellos, IU y todos los que en esa u otra organización se esfuercen por mantener un pensamiento de izquierdas sabéis que podéis en el futuro seguir contando conmigo.
Mi agradecimiento profundo al equipo de economistas que me han ayudado en esta última etapa. Mi admiración a tantos y tantos militantes que sin medios, contra corriente, con grandes sacrificios y sin aguardar ninguna recompensa realizan día a día un trabajo oscuro y silencioso. Ellos son la mejor, quizás la única, esperanza.
Mi gratitud a ti y al resto de la dirección por estos años en los que hemos trabajado juntos.
Un fuerte abrazo,
Juan Francisco Martín Seco