Londres
Nos hemos
acostumbrado a escuchar los discursos más asombrosos. Determinados medios de
comunicación, secundados de forma cateta por algunos representantes del PP, han
atribuido la causa de que Madrid no haya conseguido la designación de ciudad olímpica
para
El planteamiento es disparatado. La política
se desacredita puesto que el discurso de sus protagonistas aparece siempre
trufado de sectarismo. Se desprecia la verdad y se persigue únicamente la
rentabilidad electoral. Lo malo es que se hace de forma tan burda que los mensajes
pierden toda credibilidad. Nadie pone en tela de juicio que los intereses más
bastardos están presentes en el Comité Olímpico. ¿Cómo dudar de ello cuando
para impedir la generalizada corrupción se les ha tenido que prohibir que
visitasen los países candidatos? Los lobbies políticos y no políticos funcionan a tope. Pero
reconducir todo a si nos llevamos bien o mal con EEUU es una simpleza, entre
otras razones porque si el poder olímpico de EEUU fuese tan grande, Nueva York
hubiese resultado triunfadora y no habría sido eliminada antes que Madrid.
Tampoco parece lógico que, de ser esos los motivos, la mitad de los votos de
Nueva York se hubiesen dirigido a París como así ocurrió, y en cualquier caso
cabe suponer que si de fidelidades yanquis se trata, Londres se encontraría
invariablemente mejor situada que Madrid. Y si
continuamos con futuribles, quién nos dice que lo que hubiese ocurrido de
continuar la política pro yanki del anterior Gobierno
no hubiese sido que muchos de los votos conseguidos por Madrid habrían optado
por otro candidato.
Dejémonos de necedad y suposiciones y
agarremos el toro por los cuernos. ¿Se puede afirmar seriamente que la postura
frente a un tema tan grave como la guerra de Irak puede estar condicionada a
que Madrid sea o no sede olímpica? Londres de buena gana hubiera renunciado a
su triunfo el seis de julio con tal de no haber sufrido el atentado del día
después. Y no se diga que el terrorismo islamista no tiene nada que ver con la
guerra de Irak. Sus mismos apologistas la han relacionado, al proponer como uno
de los motivos de la invasión combatir el terrorismo. Las causas de éste sin
duda son múltiples y diversas, pero lo que resulta difícil de negar es que
guerras como
Pero abandonemos todo
fariseísmos, porque el problema tiene dos caras: la de víctima pero
también la de verdugo. EEUU, Gran Bretaña o España pueden considerarse víctimas
del terrorismo islamista, pero a su vez también terroristas o cómplices del
terrorismo. ¿Cómo no condenar la violencia loca que asesina a personas
inocentes en un metro o en un autobús? Pero, por el mismo motivo, habría que
condenar el brutal terrorismo de los que desde aviones o tanques bombardean
pueblos o ciudades. ¿Acaso estos muertos son de segunda clase? Las sociedades
occidentales se estremecen con las escenas dantescas del 11-S, del 11-M o del
7-J, pero olvidan las que ha sufrido la población civil en guerras injustas y
ofensivas en Afganistán, Irak o Palestina. Existe además un agravante, los
iraquíes por ejemplo no podían echar del poder a Sadam
Hussein, pero los americanos sí han podido expulsar a Bush y no lo han hecho, y
los ingleses a Tony Blair, y tampoco.