La deflación
salarial
Un
razonamiento va tomando fuerza. Los más audaces se atreven ahora a plantearlo
abiertamente, y los demás, aunque no lo hagan de forma explícita, lo tienen muy
en cuenta a la hora de implementar la política económica. Hasta el mismo Paul Krugman ha utilizado ese
argumento a menudo. “En
Desde
el stablishment financiero y económico -también desde
el político-, el planteamiento se realiza de una manera más brutal y desnuda.
Ante una situación como
Las
fuerzas económicas se llenan de razón y concluyen, como si de un silogismo se
tratase, que no cabe más solución que la planteada por la tercera vía, que en
la práctica, dado que nos movemos en una economía de mercado -en la que, por
supuesto, los precios no pueden ser intervenidos ni limitados los beneficios de
los empresarios-, todo se reduce a disminuir salarios. De ahí que el Gobierno
haya aprobado la congelación del salario mínimo interprofesional. De ahí
también la presión que se ejerce sobre los sindicatos para que acepten en los
convenios la congelación salarial, lo que representa una reducción del salario
real; y de ahí por último la defensa de reformas laborales que depriman los
derechos de los trabajadores y abaraten en consecuencia el coste de la mano de
obra.
Desde
el punto de vista de la teoría económica, el razonamiento parece bastante
coherente. Fue uno de los motivos por los que algunos estuvimos en contra de
Pero
pasemos de la teoría a
Por
otra parte, parece que todo el mundo está empeñado en ignorar que son los
precios y no los salarios los que determinan la competitividad exterior, y que
el incremento de estos tan solo es relevante en cuanto influye en aquellos. Muy
bien puede ocurrir que la evolución de los precios no siga a la de los
salarios. Así ha sucedido en la última década en la que la retribución de los
trabajadores ha perdido poder adquisitivo. En los momentos actuales, en plena
crisis, casi en recesión, el ajuste de los salarios en España no está
impidiendo que los precios continúen sufriendo incrementos superiores a la
media de la Eurozona.
La
deflación de los salarios, esa tercera opción fijada como la única posible en
el discurso oficial, está muy lejos de constituir una verdadera solución. Lo
único que se consigue con ella es castigar aún más a los trabajadores
modificando la distribución funcional de la renta a favor del excedente
empresarial y en contra de las remuneraciones salariales, al tiempo que se
deprime aún más la economía y se genera paro. En realidad, las únicas
alternativas reales consisten en que o bien se cree en la Eurozona una
auténtica integración fiscal con una robusta hacienda pública común y un
sistema de seguridad social integrado -lo que no parece muy viable- o que cada
país retorne a su moneda, con los costes que tal situación puede comportar.