El
proyecto Ibarretxe
El sesenta por
ciento de las familias españolas tiene dificultades para llegar a fin de mes.
La gran mayoría de jubilados malvive con pensiones de miseria. Tenemos la tasa
de paro más elevada de Europa. Existen más de dos millones de desempleados,
muchos de ellos sin derecho alguno a prestación. La sanidad pública lleva años
colapsada, hay enfermos que deben esperar ocho meses para operarse y otros, mes
y medio para saber si tienen cáncer. El precio de la vivienda se ha elevado de
tal manera que adquirirla en propiedad resulta prohibitivo para un gran número
de familias y para otras muchas significa endeudarse para toda la vida. Hay
quien trabaja diez horas diarias por 490 euros al mes. Pero, he aquí que
mientras tanto el país entero está únicamente pendiente de si Cataluña y
Euskadi son naciones, nacionalidades o comunidades nacionales.
No existe concepto
más etéreo e indeterminado que el de nación. ¿Dónde empieza y dónde termina?
¿Qué es lo constitutivo de la nacionalidad? A no ser que profesemos un criterio
racista, resulta bastante difícil su delimitación. EEUU se siente nación -la
gran nación americana, dios salve a América-, pero su población está formada
por negros, irlandeses, ingleses, italianos, chicanos, chinos y ciudadanos de
otras muchas procedencias. Se consideran nación porque pertenecen a una misma
unidad política. La nación, abstracción, sólo se precisa y se concreta en el
Estado, en la unidad política. Sólo en el Estado, en la unidad política, cabe
hablar de soberanía popular.
Cuando los hombres
de
Bien es verdad que
su formación no ha obedecido a ningún esquema racional, sino a la simple
contingencia histórica, concretada la mayor parte de las veces en las luchas
intestinas de los príncipes o reyes para ampliar sus derechos patrimoniales. La
historia podría haber sido de otra manera, y de otra manera haberse configurado
los Estados. Si los acontecimientos, los resultados de las contiendas y los
enlaces matrimoniales de las casas reinantes europeas hubiesen sido otros,
otros tal vez hubiesen sido los Estados actuales. Hoy, por ejemplo, podría
existir el Estado de Aragón, y Portugal, por el contrario, pertenecer a España,
o Cataluña a Francia o, quién sabe, cualquier otra combinación.
Pero, por esa misma
razón carece de sentido recurrir en la actualidad a derechos históricos,
derechos que en otros tiempos los ciudadanos obtenían frente a reyes o
príncipes que detentaban un poder más o menos despótico, pero que quedan
obsoletos en Estados democráticos cuyos únicos derechos se derivan de la
igualdad y de la soberanía popular.
Es verdad que en el
siglo XX se acuñó otro concepto de autodeterminación, unido al proceso
descolonizador. El derecho de los pueblos africanos o asiáticos a
autorregularse y a no ser subyugados y gobernados por los pueblos europeos,
pero no creo que nada de esto pueda aplicarse en este momento a las distintas
regiones de España.
Al margen de los
aspectos constitucionales y políticos, dos son los problemas lógicos que
presenta el ‘plan Ibarretxe’. El primero, definir quiénes son los vascos y por
lo tanto quiénes según él tienen derecho a la autodeterminación, ¿los nacidos
en Euskadi?, ¿los que actualmente viven en el País Vasco?, ¿los del RH
negativo? Si parte de la población vasca opta por la independencia, la otra
parte también se podrá autodeterminar con respecto a
El segundo proviene
de las fases y los tiempos. Para que un Estado se asocie a otro, primero tiene
que ser Estado e independiente. Suponiendo que la independencia la puedan
decidir los vascos, en el tema de la asociación algo tendremos que decir el
resto de los españoles. Porque tal vez los otros pueblos y comunidades
prefieran un Estado igualitario y sin privilegios y no estén dispuestos a
ninguna asociación.
Me pregunto si no
estaremos creando un problema artificial, importante para la clase política,
para su relevancia y poder, pero sin influencia en el bienestar de todos los
españoles, incluyendo a los vascos o a los catalanes. Las proyecciones
miméticas de la historia pasada siempre son peligrosas cuando tanto han
cambiado las circunstancias. Los nacionalistas catalanes pretenden con
¿No estaremos
repitiendo absurdamente