Del milenio al euro

Cuanto más pomposo es un título, mayor suele ser el gatillazo. Esto es lo que ha ocurrido con la cumbre del milenio. Se inició con la confesión de Kofi Annan. Sentimiento de impotencia ante la globalización: «Es como si quisiéramos ir en contra de la ley de la gravedad». Pero la sociedad no se mueve por leyes físicas, sino por imperativos políticos. La globalización no es Internet, ni la telefonía móvil, ni la televisión digital; como no lo fue la imprenta, ni el telégrafo, ni el teléfono por cable, ni el ferrocarril, ni el barco a vapor. Todos ellos han constituido instrumentos fundamentales y valiosísimos en el avance de la civilización y en la comunicación entre los pueblos; pero instrumentos al fin y al cabo. Lo que hoy denominan mundialización de la economía es ante todo libre comercio y libertad absoluta de circulación de capitales. Nada de leyes físicas sino opciones políticas, por lo menos opciones políticas de los grandes mandatarios internacionales. La cumbre de Nueva York terminó, como era de esperar, con retóricas y sin hechos. Doble lenguaje. Bellas palabras que a nada comprometen. Por no comprometerse, EEUU ni siquiera se comprometió a pagar los 1.700 millones de dólares que adeuda a la ONU. EEUU decide, pero pagar, pagar que paguen otros.

La retórica se ha convertido como en tiempos de Sócrates y Platón en la esencia de la actividad política. Los ministros de Economía de la eurozona reunidos en Versalles lanzan su proclama en defensa de la moneda europea. La tercera en lo que va de año. Una vez más, voluntarismo y declaraciones afectadas que, por supuesto, los mercados no tienen por qué creer. ¡Y pensar que el argumento de más peso que blandían los apóstoles de Maastricht era que la unión monetaria nos proporcionaría una divisa fuerte capaz de hacer frente al dólar! Ahora, ante la caída en picado del euro, parpadean y no salen de su asombro. Recurren como justificación a la diferencia entre EEUU y Europa en los tipos de interés y en las tasas de crecimiento. Podían explicar entonces por qué el euro se deprecia también frente al yen, cuando Japón tiene un tipo de interés próximo a cero y tasas de crecimiento bastante más bajas que las europeas. Lo que no quieren aceptar es que una unión monetaria sin unidad política constituye un engendro, contradictorio en sí mismo y carente de toda credibilidad. Nadie se fía de una divisa virtual cuando se trata de invertir el propio dinero.