Condenados al estancamiento

Ciertamente, la doctrina económica casi nunca es neutral, suele estar trufada de ideología; ahora bien, al menos, tendría que ser coherente. Por eso resulta tan incomprensible la sorpresa con que se han recibido las tasas de paro del mes de febrero. ¿Se podía esperar otra cosa cuando la economía sigue estancada? Para que se inicie la creación de empleo se precisa que el PIB crezca al menos a un ritmo del 1,5 por ciento. Por otra parte, si se abarata el despido, tal como se ha hecho en la última reforma laboral, la consecuencia lógica es que se incremente el desempleo. La ideología y los intereses hacen que cerremos los ojos a la realidad y que no queramos ver la trampa sin salida en la que se encuentra nuestro país en materia económica.

 

El secretario de Estado de Economía ha afirmado que los españoles deben consumir más. Deseo piadoso, porque es difícil que el consumo privado pueda incrementarse con el nivel que alcanza el paro y la reducción brutal del gasto público que se está realizando, así como con la pérdida de poder adquisitivo de los salarios, especialmente de los funcionarios. La única manera de aumentar el consumo sería a crédito, es decir, elevando aún más el déficit de nuestra balanza de pagos y el endeudamiento exterior, lo que resulta inviable dado nuestro actual nivel de endeudamiento. Es precisamente este último factor la causa en buena medida de la crisis.

 

Lo que sí parece coherente es que los únicos brotes verdes visibles en la actualidad sean los procedentes del sector exterior. Cuando la demanda interna no funciona, las empresas se esfuerzan -las que pueden- por encontrar mercados exteriores en los que vender sus productos y, por otra parte, las importaciones se reducen al disminuir el consumo y la inversión. Pero estos brotes más que verdes son claroscuros, porque si bien el déficit por cuenta corriente ha descendido del 10 por ciento del PIB en 2007 al 4 por ciento en 2010, esta última cifra continúa siendo muy alarmante ya que, aún en las condiciones actuales de atonía económica y de dificultad para renovar los créditos existentes, tenemos que salir cada año al exterior a buscar recursos netos por un importe equivalente al 4 por ciento del PIB.

 

 Pero es que, además, y eso es lo peor, todo apunta a que en el caso de que volviésemos a crecer el déficit por cuenta corriente se dispararía de nuevo a niveles insostenibles. Parece, por tanto, que sin la posibilidad de devaluar estamos condenados al estancamiento. No hay nada que nos haga ser optimistas y pensar que el paro se vaya a reducir en un futuro próximo. Por el contrario, la situación puede empeorar considerablemente si el eje franco alemán continúa en sus trece y el BCE, fiel a su trayectoria de ocuparse únicamente de la inflación y no del crecimiento, se empeña en subir los tipos de interés.