Son los
ingresos y no los gastos
Ante las presiones de las fuerzas
económicas y mediáticas, el Gobierno español ha situado como objetivo número
uno de su política económica el control del déficit público, centrando su
estrategia en la reducción del gasto, estrategia que choca frontalmente con los
planes de estímulo a la actividad adoptados el pasado año. No deja de resultar
llamativo, sin embargo, que nadie se fije en la evolución de los ingresos,
cuando es la baja recaudación, en mayor medida que el incremento del gasto, la
que se encuentra en el origen del enorme desequilibrio alcanzado por las
finanzas públicas. Los impuestos forman parte de lo que se denomina
estabilizadores automáticos y, por lo tanto, el ingreso desciende según se
reduce la actividad. Es por eso por lo que la mejor forma de luchar contra el
déficit público consiste en reactivar la economía, y será difícil que éste
desaparezca mientras permanezca la crisis.
No obstante, la recaudación en el
ejercicio 2009 se ha reducido en una cuantía muy superior a la que cabría
esperar. El consumo ha disminuido alrededor del 5,5% mientras que los ingresos
por IVA —que deberían haberse minorado en un porcentaje similar o, como mucho,
en algún punto más si se diese una elasticidad superior a la unidad— lo han
hecho casi en un 40%, tasa difícil de explicar. La recaudación neta en 2009 no
ha llegado siquiera a la tercera parte de la prevista, y en los dos últimos
años el descenso ha sido cercano al 50%. No hay reducción del consumo que pueda
justificarlo.
La única razón posible se encuentra
en un incremento generalizado del fraude, fraude tanto más censurable cuanto
que significa una apropiación indebida por parte de las empresas del gravamen
que previamente han cobrado a los consumidores. Parece ser que las empresas con
dificultades, debidas generalmente a restricciones financieras, intentan
solucionar sus problemas de tesorería, o mantener sus beneficios, dejando de
pagar los impuestos, lo que, por lo visto, no es demasiado difícil dado el
progresivo deterioro que en términos de objetivo político se ha producido en la
lucha contra el fraude y la laxitud introducida por las últimas reformas de la
Ley General Tributaria. Algo similar ocurre, aunque quizás no de forma tan
escandalosa, con los impuestos directos: el enorme descenso en su recaudación
sólo en una pequeña parte puede ser explicado por la reducción de la renta
nacional.
Tales hechos deberían ser motivo de
reflexión para el Gobierno. En primer lugar, para reconsiderar la subida del
tipo del IVA; tendría que preguntarse si los mayores recursos que se
conseguirán a costa de los consumidores van a ir al Tesoro Público o a engrosar
las arcas de los empresarios. En segundo lugar, para ser consciente de que la
presión por reducir el gasto público es una trampa trazada por aquellos que
están en contra de los bienes y servicios públicos, pero que no sirve para
equilibrar las finanzas públicas. Si quieren conseguir este objetivo, deberían
centrar su atención en los ingresos y en la reforma del sistema financiero, ya
que este ultimo esta ahogando la recuperación de la economía.