El
estado de la Nación
Mi hipótesis de que
es en el campo de la política donde mejor se cumple la ley de Gresham, se confirma cada día. La moneda mala expulsa a
Tampoco a los contrincantes -a
juzgar por sus discursos- parecían
importarles mucho los análisis minuciosos, los diagnósticos certeros o los
razonamientos ponderados. Su finalidad era, más bien, vencer dialécticamente al
oponente sin reparar demasiado en los medios, y aun cuando fuese mediante falacias y sofismas. Lo
esencial era
En la política social y económica las
diferencias apenas existen, con lo que al Gobierno, cualquiera que sea su
signo, le es fácil defenderse de los ataques de
Los discursos económicos suelen estar
adulterados porque atienden casi
siempre a una sola parte de la realidad, analizando determinadas variables y
olvidando otras. No se trata ya de considerar los riesgos potenciales marcados
por el enorme déficit exterior, el endeudamiento de las familias, la baja
productividad o el diferencial de precios con Europa, sino que, tras un
análisis completo y no superficial, los teóricos logros presentan agujeros que
los convierten en algo mucho menos consistente.
Zapatero presumió de las tasas de
crecimiento económico, mayores que las de EEUU, Japón y Canadá. Lo que no dijo
es que resulta obligatorio poner esta variable en relación con la población, de
manera que lo relevante en todo caso es la renta per cápita, y que las tasas de
incremento de esta última magnitud en España no están por encima de la media
del resto de los países.
El segundo elemento macroeconómico citado
por Zapatero fue la creación de empleo. En
principio, se trata sin duda de una variable significativa, pero
conviene aclarar que no se puede dar la calificación de empleo a cualquier
puesto de trabajo, se necesitan unas condiciones laborales adecuadas y un
salario digno, y eso es precisamente lo que falta en los puestos de trabajo creados en los últimos años. En gran medida, se orientan a los
inmigrantes con salarios y condiciones laborales muy por encima de los de sus
países de origen, pero inaceptables para el mundo desarrollado. Se suele
afirmar que los inmigrantes asumen los puestos de trabajo que no quieren los
nacionales, lo que es también una media verdad, ya que si son rechazados por
los españoles es porque se ofrecen con esas condiciones y
retribuciones.
La temporalidad
continúa en el porcentaje de siempre, en un tercio de todos los empleos, a
pesar del interés del ministro de Trabajo y de los agentes sociales por
convencernos de lo contrario, en un intento por justificar que el abaratamiento
a los empresarios de la contratación laboral a cargo del erario público,
establecido en el pacto social, tiene un efecto positivo.
Esta generación de empleo basura
fuerza a la baja otros muchos salarios, de manera que la distribución de la
renta evoluciona en contra de los trabajadores y a favor del excedente
empresarial. La renta per cápita puede crecer, pero ello no significa que la
mayoría de los asalariados se aprovechen de tal incremento. En muchos casos la
subida de sus retribuciones se sitúa incluso por debajo del aumento del coste
de la vida y, desde luego, son pocos los que se benefician en términos reales
de esa tan cacareada bonanza económica, que
en su totalidad favorece a las
empresas y al capital.
Ni este Gobierno ni
el anterior pueden vanagloriarse de practicar una política social efectiva. Las
escasas medidas sociales adoptadas por uno y por otro, además de orientarse a
colectivos muy reducidos, resultan totalmente incapaces de compensar el aumento
de desigualdad en el reparto de la renta generado por la política económica en
los últimos años. La política redistributiva es una función de segunda
derivada, actúa sobre una distribución previamente realizada y cuando ésta es radicalmente injusta es difícil
que aquélla pueda compensarla. Y
no cabe duda de que resulta imposible si encima se practica una política fiscal
regresiva, tal como ha hecho el
Gobierno al confirmar e incluso superar
la que el PP realizó en la pasada legislatura.
No, las dos principales fuerzas no pueden
reprocharse nada o casi nada en política económica y social. Con pequeñas
variaciones, practican estrategias similares. Por eso, por mucho que le
conviniese al presidente del Gobierno, era difícil que el Debate se plantease
en ese terreno. Hoy, el principal enfrentamiento entre los dos partidos
mayoritarios se produce en el ámbito de la política territorial y en su
corolario, el terrorismo. Es en este campo donde se están manifestando las
verdaderas diferencias, quizás porque el PSOE de Zapatero ha abandonado, dando
un giro de ciento ochenta grados, lo que era la postura tradicional en esta
materia del partido socialista.
Sería preferible, por supuesto, que el debate político se realizase en términos
clásicos, de izquierdas y de derechas, pero esa dialéctica hace tiempo que
finalizó en nuestro país y, por decirlo todo, quizás también en Europa. Hoy se
quiere mantener la ficción, pero no es más que eso, apariencia, comedia,
teatro. Hoy la lucha se plantea entre nacionalistas y no nacionalistas. Y, por
desgracia, estos últimos van ganando