Responsabilidad de la banca

Una de las verdades que están quedando meridianamente claras en esta crisis es la importancia que la banca tiene en la marcha de la economía. Es una realidad que deberíamos conocer desde antiguo; sin embargo, parece que la teníamos bastante olvidada y, aferrados al tópico de la mayor eficacia de lo privado y a la desconfianza de la política, habíamos abandonado un sector estratégico y vital para el interés nacional a su propia dinámica.

El sector financiero no solo se encuentra en el origen de la crisis, sino que se está revelando como uno de los mayores obstáculos a la hora de vislumbrar la salida. En estos momentos en España -pero también en Europa-, asistimos perplejos a una polémica que tendría el carácter de sainete, si no fuese porque entran en juego factores fundamentales para la sociedad. El Gobierno acusa a la banca de no dar créditos y las entidades financieras se defienden afirmando que no hay demanda, al menos solvente; afirman que en una economía en retroceso y ante las dificultades por las que están pasando las empresas sería una enorme irresponsabilidad incrementar la concesión de créditos. Pero lo cierto es que precisamente en estas circunstancias es cuando se precisa que la oferta de crédito sea mayor; de lo contrario, las dificultades de muchas de empresas aumentarán y se multiplicarán las quiebras.

Por otro lado, hay comportamientos de las entidades financieras que cuadran mal con esa imagen benéfica que pretenden ofrecernos. Hasta cierto punto, podría parecer lógico el endurecimiento de las condiciones referentes a la solvencia, corrigiendo así la alegre barra libre del pasado, pero lo que resulta difícil de justificar es el endurecimiento del precio. Y no me refiero, por supuesto, al tipo del euribor, que viene dado en parte por el BCE y en parte por los mercados financieros, me refiero al diferencial que aplican. ¿Por qué tiene que ser ahora mayor que en los años anteriores? La única explicación posible se encuentra en su afán de lucro y en su intento de compensar vía precio la reducción en el volumen de negocio. ¿Es lógico que mientras toda la sociedad está sufriendo de una u otra manera el impacto de la crisis y computa pérdidas, ellas continúen manteniendo fabulosos beneficios?.

Un argumento que hábilmente han venido barajando estos días desde la AEBE es que las dificultades presentes de las empresas y de las familias provienen de las deudas que han contraído en la década pasada: el endeudamiento no es de los bancos, sino de la economía nacional. Cierto, pero ¿las entidades financieras no han tenido nada que ver en esta situación?  Porque si hay que buscar culpables, ellas serían las primeras después de los respectivos gobiernos. Ellas han sido en buena medida las propulsoras en los años anteriores de la burbuja inmobiliaria y de consumo. La enorme deuda exterior que ahora poseen es solo la contrapartida de la alegría pasada en la concesión de créditos en el interior.

Dos son los factores que propiciaron la conducta irresponsable de la banca en la precedente etapa. Por una parte, trasladaron el riesgo a los clientes mediante el sistema de interés variable, originando en ellos un cierto espejismo acerca de los créditos que podían asumir. Por otra parte, el euro les ha permitido financiarse fácilmente en el exterior eludiendo el riesgo de tipo de cambio. En ningún momento pensaron que la situación creada era insostenible y que, por fuerza, las circunstancias tenían que acabar cambiando. ¿Son conscientes los bancos del peligro que hoy amenaza a la economía española?. ¿Suponen que si las cosas empeoran no les va a afectar, o es que acaso creen que una vez más les va a salvar papa Estado?. ¿Qué ocurriría con las entidades financieras si nos viésemos obligados a salirnos del euro y a devaluar la peseta a continuación?.

En este asunto, al igual que en otras muchas facetas de la economía, se rompe el axioma mantenido por el liberalismo económico de que lo que es bueno para una empresa o entidad financiera lo es para el conjunto de la economía nacional. Para un banco concreto, su óptimo aparente desde el punto de vista de la rentabilidad puede consistir en adoptar una postura conservadora y reservona, pero, extrapolada a todas las entidades financieras, puede conducir al desastre de la economía y de la propia banca, al producir nuevas quiebras e impagados.

Tal vez a los bancos no se le puede pedir que dejen de ser bancos; está en su naturaleza, como en el cuento del alacrán, pero al Gobierno sí se le puede pedir que sea gobierno y adopte las medidas oportunas.