La
sorpresa de Solbes
“Yo quiero gestores honestos, profesionales
y que miren por el bien de las empresas”. Así se ha expresado el vicepresidente
económico. Buena declaración de intenciones. Desde Maquiavelo, sabemos que una
cosa es la política ideal y otra la real, y que esta última va por derroteros
bastante diferentes de
Desde hace muchos
años, los nombramientos tanto en la Administración como en las empresas poco
tienen que ver con la capacidad, la profesionalidad o el trabajo bien hecho.
Por cierto, tampoco creo que tengan que ver mucho con
El funcionamiento viene siendo similar desde
hace mucho tiempo sea cual sea el partido en el poder. Se ha implantado un
cierto turnismo, que recuerda la época de la Restauración
y de las cesantías. Bien es verdad que el tiempo no pasa en balde y el carrusel
no afecta a toda la Administración -sólo faltaba-, únicamente a los altos
cargos y a los ejecutivos de las empresas, aunque a veces va más lejos de lo
que cabría esperar e influye en niveles estrictamente profesionales.
El juego en el
sector público es así. No hay nada
sorprendente en ello, excepto que alguien se pueda sorprender. Por otra parte,
no es demasiado diferente de lo que ocurre en el sector privado, por eso los
presidentes de las empresas privatizadas han podido blindarse en sus poltronas.
Lo único asombroso es que haya quien en este baile de sillones se termine
creyendo que el puesto que ocupa se debe a su valía, a sus méritos o a sus
conocimientos, y no a la suerte o a la habilidad para situarse en un círculo de
poder. Lo inaudito es que en este sistema algunos consideren la remoción de sus
puestos como una injusticia y hagan de ello una tragedia olvidando el origen de
su nombramiento. ¿No se dan cuenta de que el drama que se empeñan en
interpretar es percibido por los demás como una comedia bufa?