El
pacto de Comisiones y de la patronal
Terminaba yo el otro día mi artículo en este
periódico digital afirmando que en la relación precios-salarios se encuentra
implícita la lucha entre capital y trabajo. Pero esa contienda se manifiesta
también en la función redistributiva del Estado, en los presupuestos públicos y
en la configuración de sus ingresos y gastos. Dejando hoy al margen los
aspectos tributarios y centrándonos exclusivamente en las partidas de gasto,
hay que concluir que existe igualmente en este capítulo un proceso de deterioro
de las rentas de los trabajadores.
La protección social en España ha pasado de
representar el 24,7% del PIB en 1993 a menos del 20% en los momentos actuales.
Y si en 1993 la diferencia con la media europea era ya importante (4,2 puntos),
hoy se ha hecho mucho más acusada (cerca de ocho puntos) De acuerdo con las
cifras de Eurostat, en 1993 el gasto en protección
social por habitante en paridad de poder de compra ascendía en nuestro país al
66% de la media europea, mientras que no llega al 58% en la actualidad.
La ofensiva neoliberal se ha orientado
principalmente a desmantelar cuatro baluartes del Estado social: la fiscalidad
progresiva, el seguro de desempleo, el sistema público de pensiones y las
garantías y derechos de los trabajadores en el mercado laboral. En los dos
primeros campos, el Gobierno del PP ha actuado directamente, prescindiendo de
las organizaciones sindicales; sin embargo, en los dos últimos, al menos
durante la primera legislatura, pretendió contar -y de hecho lo consiguió- con
la legitimidad sindical. Y eso es lo que está en juego en los momentos
presentes con el acuerdo sobre pensiones que CCOO acaba de firmar.
El pacto marca unos hitos extremadamente
peligrosos para el futuro del sistema público de pensiones. He ahí la razón que
explica la buena acogida de la patronal. En primer lugar, con el beneplácito
sindical -al menos del sindicato firmante- se asume el compromiso de ampliar en
el año 2003 el periodo de cálculo de la base reguladora para las futuras
pensiones, que se traducirá en una reducción de sus previsibles cuantías. En
segundo lugar, se persiste en la reducción de las cotizaciones empresariales a
la Seguridad Social, con lo que finalmente se retornará al latiguillo de que el
sistema no es viable y se exigirá una nueva reforma. Y en tercer lugar, se
estimulan los fondos privados para lograr el objetivo último de todo el
proceso: que éstos desplacen al sistema público. Es verdad que, al mismo
tiempo, se establecen unas pequeñas mejoras para ciertos colectivos, con las
que poder vender el acuerdo ante la opinión pública. Pero estas guindas
publicitarias quedan sin concreción, en la mayor ambigüedad, y, desde luego, no
compensan los puntos anteriores.
Pero es que, además, le guste o no a
Comisiones, con este pacto no sólo se bendice la política de pensiones del
Gobierno, sino también la reforma laboral que acaba de aprobar. Resulta difícil
poder separar la una de la otra. Si a los pocos días de que el Gobierno haya
aprobado una reforma reaccionaria del mercado de trabajo, se difunde la imagen
de un sindicato firmando un acuerdo con el ejecutivo y con la patronal en un
clima de gran consenso, no es imaginable que la sociedad capte un estado de
conflicto y enfrentamiento social.
Comisiones Obreras, una vez más, ha seguido
el camino fácil del acuerdo a cualquier precio. Para quien haya venido
siguiendo desde antiguo los entresijos de la unidad sindical no puede
extrañarle excesivamente este hecho. Desde 1988, Comisiones ha ido siempre a
remolque de la UGT cuando se trataba de plantear cualquier confrontación
social, y ha sido este último sindicato el que ha tenido que frenar
permanentemente su proclividad al pacto y a la componenda. Y eso, tanto con los
gobiernos del PSOE como con los del PP. Carece por consiguiente de toda lógica
acusar ahora a la UGT de seguir las directrices del partido socialista. Ya me
gustaría a mí que las orientaciones de Zapatero y sus muchachos se encaminasen
por tales derroteros.
Es significativo el afán que han tenido los
medios de comunicación en magnificar la tocata y fuga de Chavero. Tocata y fuga
que tampoco va a sorprender excesivamente a los iniciados. Pero lo cierto es
que, según la prensa, parecía que era media organización la que se había
rebelado contra Méndez. Claro que esas mismas voces ponderaban la unidad en el
interior de Comisiones. "Como una piña", exclamaban, silenciando que
aproximadamente el 30% de este sindicato, con siete miembros de su ejecutiva a
la cabeza, estaban en contra del pacto.
Durante estos días UGT ha sido objeto de
todo tipo de ataques, mientras se ensalzaba la cordura y la responsabilidad de
Comisiones. Por algo será. La dirección de Comisiones debería preguntárselo y
tal vez aplicarse aquella frase del anciano Bebel:
"Ay, viejo Bebel, viejo Bebel,
qué tontería habrás cometido cuando éstos te alaban".