Viaje
a Cancún
Desde hoy hasta el
sábado se reunirán en Cancún los ministros de todo el mundo para una nueva
Ronda de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Miles de estudios en todas
las latitudes pretenden demostrar las enormes ventajas que se desprenden del
libre comercio, y como éste incrementa la riqueza mundial. Los países
subdesarrollados –prefiero este nombre al de “en desarrollo”, eufemismo con el
que se pretende ocultar la miseria y pobreza que sufren– no lo ven tan claro.
Esta organización, al menos, del comercio internacional causa estragos en sus
economías. Les obliga a desarmarse comercialmente ante los países ricos, pero
mantiene vedados por múltiples mecanismos los mercados de estos países al
reducido número de productos en el que las naciones pobres tienen ventaja
comparativa.
Europa, EEUU y el
resto de los países desarrollados practican un doble rasero. Libertad para sus
exportaciones, pero intentan poner todo tipo de obstáculos a las importaciones.
El problema es especialmente significativo en la agricultura, dado que la
mayoría de los habitantes del Tercer Mundo ejerce su trabajo en el mundo rural,
y que tanto la Unión Europea como Norteamérica subvenciona por distintos
procedimientos al sector primario. Las cifras son significativas. El total de
los subsidios concedidos es muy superior a la renta de toda el África
subsahariana. EEUU, por ejemplo, emplea 4.000 millones de dólares anuales en
subvencionar a 25.000 productores de algodón causando la miseria de millones de
agricultores africanos.
Es
por ello por lo que los gobernantes más lúcidos del Tercer Mundo vienen
afirmando que la mejor ayuda internacional que pueden ofrecerles es dejarles
vender sus productos libremente en los mercados internacionales, y que los
países industrializados no falseen la competencia en sectores como el agrícola
o el textil. Pero no estoy yo tan seguro de que tal medida fuese suficiente.
Comprendo que dentro del ámbito de lo políticamente correcto en el que se ven
obligados a moverse los gobernantes internacionales esta petición es bastante
razonable y por otra parte bastante difícil de rebatir. Pero la cuestión es sin
duda de más calado. La pregunta radica en saber si dada la enorme desigualdad
existente entre países ricos y pobres, una organización de la economía
internacional basada en el libre cambio y en la libre circulación de capitales
no condena a los segundos a una dependencia perpetua de los primeros, y a la
permanencia en su condición de subdesarrollados. Excepto Gran Bretaña, que fue
la primera, ninguna nación se ha industrializado sin un cierto proteccionismo.
En ausencia total de restricciones comerciales será muy difícil que un país
agrícola y subdesarrollado pueda crear un tejido industrial, ya que sus incipiente empresas no estarán en condiciones de competir
con los productos foráneos.