Las
consecuencias económicas de la paz
El 14 de mayo de 1919, Keynes escribía a su
madre, en estado —según decía— de gran depresión e incluso con fuertes
remordimientos por su pequeña participación en el Tratado de Versalles. “La paz
es afrentosa e imposible, sólo puede acarrear desgracias”. Poco después
publicaba una de sus obras de más éxito, “Las consecuencias económicas de la
paz”, en la que criticaba fuertemente las cargas impuestas a Alemania y
denunciaba la insinceridad, hipocresía e iniquidad del Tratado, pero, sobre
todo, las consecuencias desastrosas que acarrearía a toda la economía europea.
La paz cartaginesa impuesta a Alemania no era viable ni sostenible.
Angela Merkel
haría bien en leer este libro porque, en estos momentos, es Alemania la
empeñada en imponer a Grecia unas condiciones económicas que difícilmente va a
poder cumplir. La situación ahora es tanto más injusta por cuanto no ha mediado
ninguna contienda y el único pecado de Grecia es haberse integrado en
El plan aplicado a Grecia es radicalmente
injusto. En primer lugar, en una óptica interna, porque mientras un ajuste en
el ámbito monetario a través de una devaluación de la divisa empobrece más o
menos por igual a toda la población, cuando el ajuste se realiza en el ámbito
de la economía real y con la intensidad y dureza de esta ocasión, el coste
recae brutalmente y de forma exclusiva sobre los jubilados, trabajadores y
funcionarios. En segundo lugar, desde la perspectiva internacional, al
distribuir la carga de manera desigual entre los países miembros, castigando
fuertemente a los deudores y no a los acreedores. El déficit griego tiene su
contrapartida en el superávit de Alemania, país que principalmente se ha
beneficiado de