La tecnocracia

A Trichet no le gustan las presiones. Quiere ser autónomo. ¿Y quién no ambiciona la independencia? Pero lo cierto es que dependemos unos de otros mucho más de lo que imaginamos. A todos nos condiciona la política del Banco Central Europeo. En buena medida, de su actuación dependen el crecimiento y el empleo de la Unión. La apreciación del euro está teniendo efectos perversos sobre la economía europea. La decisión tomada el jueves de no bajar los tipos de interés va a afectar a los parados de Renania o de Toulouse. Trichet no puede ser independiente, puesto que le pagamos entre todos, es nuestro asalariado y le hemos transferido un enorme poder, poder público. ¿De qué otra clase si no? Poder de la polis, poder de la sociedad.

A Trichet no le gustan las presiones políticas, pero él es un político, puesto que la sociedad le ha otorgado un ingente poder. Hoy se reniega de los políticos y se exalta a los técnicos, pero cuando a los técnicos se les concede poder público dejan de ser técnicos para convertirse en políticos, sólo que sin elección, sin sanción popular, se pretende incluso que sin responsabilidad. En realidad, lo que se repudia es el poder político democrático. Se le considera demasiado influenciable y vulnerable a las presiones de las masas, del pueblo. Se prefiere la tecnoestructura, que se reduce a ser autocracia, un régimen dictatorial aunque disfrazado de tecnicismo y sabiduría.

La independencia del BCE va a ser un gran problema para Europa, aunque, puestos a aceptar independencias, mejor ésta que la del Banco de España. Si nuestra economía no ha entrado en recesión como lo hizo en 1993, no se debe ni a la pericia del gobierno, ni a la bajada de impuestos, ni a la estabilidad presupuestaria, obedece lisa y llanamente a que el Banco de España no ha tenido posibilidades de practicar el torniquete monetario, lo que sin duda hubiese hecho amparado en el diferencial de inflación, con el consiguiente estrangulamiento de la economía. Su sustituto, el BCE, diga lo que diga, se encuentra más sujeto a presiones políticas.     

La independencia del Banco de España se ha traducido en dedocracia. De la mano de Ángel Rojo y aunque disfrazada de concursos, se instaló primero en el Servicio de Estudios. Después, se ha ido extendiendo a otros departamentos desplazando el sistema de oposiciones. A dedo y por arriba han entrado los responsables de personal que ahora pretenden incumplir el convenio y eliminar parte del sueldo de los empleados que ingresaron mediante oposiciones. El BE ha perdido competencias, pero mientras por esta causa se prejubila a parte de la plantilla, se continúa fichando con el dedo en razón de parentesco o amistad.

El BE es un organismo público, cuyos recursos son públicos y su preconizada independencia no puede servir de coartada para saltarse el principio de mérito y capacidad establecidos en la Constitución.