La esquizofrenia del PSOE

En el congreso del PSOE del pasado fin de semana en Sevilla se manifestaron dos partidos socialistas. Pero que nadie piense que aludo a la división entre los partidarios de Rubalcaba y los de Carmen Chacón. No, me refiero a los que aplaudían a rabiar el viernes por la tarde y los que lo hicieron el sábado por la mañana. Sí, ya sé que eran los mismos. He ahí la paradoja. He ahí la esquizofrenia en que se ha instalado el partido socialista.

El viernes se justificaba, enaltecía y vitoreaba los ocho años de zapaterismo. Los delegados dieron una ovación triunfal al ex presidente del Gobierno; sancionaban y ratificaban así su discurso sin la menor autocrítica. Se va convencido de que ha sido el mejor presidente de Gobierno de la democracia. Y es que lo peor de Zapatero es la absurda seguridad en sí mismo, esa especie de inocentona estupidez de que la voluntad lo puede todo.

Su voluntarismo le llevó, sin necesidad alguna y sin que nadie se lo pidiese, a adentrarse en las aguas pantanosas de la modificación del Estatuto de Cataluña, aventura por la que se ha pagado un alto precio en términos de integración territorial, ya que a ese estatuto le siguieron otros muchos cada vez con pretensiones más disparatadas. Si la situación autonómica ya era complicada antes del 2004, la herencia que deja Zapatero es aciaga, incluso dentro de su mismo partido.

Pero es en materia económica y social donde el legado de Zapatero se ha mostrado más destructivo. Una vez ganadas las primeras elecciones, lejos de corregir las medidas económicas y sociales que había adoptado el PP en sus ocho años anteriores, continuó en la misma línea, practicando idéntica política, incluso ahondando más en algunas claramente regresivas como las que se tomaron en materia fiscal: IRPF, Impuesto sobre Sociedades, hasta se llegó a suspender el Impuesto sobre Patrimonio, o se concedió patente de corso para constituir SICAV con fraude de ley.

Zapatero se subió al triunfalismo del anterior Gobierno, vanagloriándose de un crecimiento que era a crédito y que antes o después habría de pagarse con recesión y desempleo. Ni él ni ninguno de su equipo vieron o quisieron ver los desequilibrios que presentaba la economía española y que forzosamente la conducían a la crisis. Es más, cuando esta ya era evidente, de nuevo el voluntarismo le condujo a minimizarla y a considerar que la sortearía con facilidad. Sin la menor idea de economía, asumió directamente el rol de timonel y creyó que podía poner a cualquiera en la vicepresidencia económica para la que, al parecer, no se requerían conocimientos en la materia, sino la plena disposición para asumir y llevar a cabo los designios del jefe.

Con estos mimbres, el desenlace no podía ser más que desastroso. La pobre justificación que esgrime Zapatero y los que hablan en su nombre para justificar las medidas contradictorias y gravemente regresivas tomadas es que había que evitar que España fuese rescatada como Grecia. Es posible que esta fábula, de tanto repetirla, hayan terminado por creérsela. En aquella reunión aciaga de mayo de 2010, lo único que estaba en juego es si la UE ayudaba o no ayudaba a Grecia, y lo único que se puso de manifiesto es la impericia, flojedad en el discurso económico y desconocimiento del juego de póquer que es Europa por parte de los interlocutores españoles, que salieron corriendo ante los primeros envites y aceptaron todas las peticiones sin la menor discusión; conducta que ha constituido la tónica en este largo año y medio.

Pero es que, además, aunque fuese verdad que se vieran forzados a los ajustes por Alemania y por las autoridades comunitarias, lo que en ningún caso les impusieron fueron las medidas concretas que adoptaron, todas ellas reaccionarias al máximo. Los ajustes podían haberse abordado, en lugar de por el lado de los gastos, por el de los ingresos, y, dentro de estos, en lugar de subir el IVA, se podía haber reformado seriamente la imposición directa, tanto en el IRPF como en el Impuesto sobre Sociedades, y acometer una verdadera lucha contra el fraude fiscal. Aun en la crisis hay bastantes ciudadanos y empresas que ganan mucho dinero.

El viernes, los asistentes al congreso daban por buenos y elogiaban la política llevada a cabo por Zapatero; pero he aquí que el sábado esos mismos asistentes aplaudían a rabiar a los candidatos a la Secretaría General cuando criticaban con dureza precisamente esas actuaciones —como si su práctica no tuviera nada que ver con ellos y como si los propios candidatos no hubiesen ocupado puestos de primer orden en la etapa anterior— y cuando proponían todo tipo de iniciativas que en los ocho años de gobierno rechazaron. La esquizofrenia más absoluta. Aunque lo más asombroso es que lo llevan con naturalidad, como la cosa más normal del mundo.