Europa: los síntomas,
por la enfermedad
La
crisis de la deuda está ocultando el verdadero problema de la Unión Monetaria:
la contradicción de que países tan diversos mantengan el mismo tipo de cambio.
La imposibilidad de realinear las monedas condena a las economías al
estancamiento y a la
recesión. Los ataques que vienen sufriendo las distintas
deudas soberanas son tan solo el síntoma del cáncer que la eurozona lleva
dentro. Si estuviéramos en un sistema de tipos de cambio fijos, la ofensiva se
dirigiría contra las divisas con el fin de forzar la devaluación. Así
ocurrió con el antiguo Sistema Monetario Europeo (SME) a principios de los
noventa hasta que las monedas entraron en lo que se podía llamar libre
flotación al estipular una banda de +- 15%. En la eurozona, los bonos están
ocupando el puesto que como diana de los mercados desempeñarían las diferentes
divisas si existiesen.
Los
especuladores pretenden jugar siempre sobre seguro. En el SME creían que los
tipos de cambio establecidos no se podían mantener; apostaron y ganaron. Ahora
apuestan a que el euro no puede
subsistir, y en Europa se lo están poniendo fácil. Se deja a los países
indefensos ante los mercados, ya que el BCE no actúa como un verdadero banco
central, prestamista en última instancia. La situación, sin duda, mejoraría
mucho si el BCE estuviera dispuesto a respaldar sin límite la deuda de los
países. Es posible que, al menos a corto plazo, se ahuyentara la presión de los
inversores; pero el problema de fondo no habría desaparecido, y la recesión o
el estancamiento económico permanecerían al mantenerse el mismo tipo de cambio
para economías tan diversas. La única solución real es la Unión Fiscal, pero no
ese remedo que desea implantar Merkel y que se limita
a imponer la estabilidad presupuestaria, sino la constitución de una verdadera
Hacienda Pública común con impuestos propios y un presupuesto de la Unión,
cuantitativamente significativo, capaz de compensar los desequilibrios
regionales que crean el mercado y la moneda única. Pero claro, de eso Merkel no quiere ni oír hablar. La medicina que se nos
ofrece, a base de ajustes, recuerda los médicos que trataban de curar todas las
enfermedades sangrando al enfermo. Este terminaba muriendo.