El
endeudamiento de las familias
El BBVA a través de su servicio de estudios
ha restado importancia al enorme endeudamiento de las familias españolas. No
hay que dramatizar -dicen-, el nivel no es preocupante. Es una opinión
extendida últimamente en los ámbitos del poder económico y en los aledaños de
El único problema que parecen
contemplar es el de
En primer lugar, causa extrañeza que los
mismos que anuncian todo tipo de cataclismos si se incrementa el endeudamiento
público contemplen tan tranquilos y nieguen la importancia del endeudamiento
privado. La verdad es que puestos a elegir yo me quedo con el público antes que
con el privado, prefiero que se endeude el Estado a que tenga una situación muy
saneada, pero a costa de restringir los servicios y las prestaciones sociales
de tal manera que las familias se vean obligadas a hipotecarse.
El crecimiento de los últimos diez años ha
estado fundado en buena medida sobre el consumo y el endeudamiento de las
familias. Podría pensarse que este endeudamiento ha sido positivo porque ha
permitido el crecimiento, y lo sería si pudiese ser infinito pero, como todo
endeudamiento, tiene un límite y el gasto de hoy lógicamente impide y coarta el
gasto de mañana. Podemos afirmar que estamos creciendo a crédito, crédito que
antes o después tendremos que pagar con menor crecimiento en el futuro. Y eso
tanto si se trata de endeudamiento público como de endeudamiento privado.
Sólo hay una forma de escapar de este fatal
desenlace y es cuando se cumplen los presupuestos keynesianos; es decir, que de
una u otra manera el mayor gasto se traduzca en inversión en sentido amplio, o
lo que es lo mismo, que los mayores gastos de hoy se conviertan en mayores
ingresos en el futuro. En lenguaje keynesiano, “cebar la bomba”. La situación
económica actual ofrece muchas dudas acerca de que se esté produciendo en
realidad este fenómeno. Después de bastantes años en los que el crecimiento se
ha fundamentado únicamente en el consumo y en la construcción, ni la inversión
en bienes de equipo ni el sector exterior ni el sector público parecen
decidirse a tomar el relevo, lo que genera importantes incertidumbres de cara
al futuro. Pero no ahora porque gobierne el PSOE, como plantean algunos,
también antes cuando lo hacía el PP.
Afirmar que la situación de las familias es
desahogada porque los inmuebles se han revalorizado carece de todo sentido. Tal
revalorización apenas tiene efectos para la mayoría de las familias, que
lógicamente no pueden vender su vivienda y si la vendieran tendrían que comprar
otra al menos por el mismo precio. Lo que sí va a tener sin duda efecto sobre
los planes de gasto futuro son los enormes préstamos a que se han comprometido
por dilatado espacio de tiempo y que reducirán su capacidad económica durante
casi toda su vida. ¿Cómo negar que este fenómeno va a
afectar al crecimiento en los próximos años?