La
quiebra del Estado
La crisis económica está obligando a un gran
número de países a incrementar significativamente su déficit y endeudamiento
público. Mientras sea para salvar entidades financieras y ayudar a las
empresas, todo el mundo guarda silencio, nadie protesta, pero antes o después
habrá quien se pregunte si esta situación es tolerable y hasta qué límite
pueden aumentar los desequilibrios presupuestarios.
¿Un Estado puede quebrar? Parece que
California está a punto de hacerlo. ¿Pero es un buen ejemplo?.
Creo que no. Las dificultades por las que pasan sus finanzas públicas tienen su
razón de ser en el hecho de que, con anterioridad, sus políticos se han cerrado
toda salida, limitando considerablemente su capacidad fiscal. Redujeron los
gravámenes sobre el patrimonio y aprobaron la Proposición 13, consistente en
que cualquier incremento de impuestos precisa el acuerdo de dos terceras partes
de las dos cámaras, lo que convierte el objetivo en poco menos que imposible.
Hoy, la gran totalidad de los Estados
desarrollados cuentan con suficientes recursos para poder alejar cualquier
fantasma de quiebra, siempre que estén dispuestos a aprovechar su potencialidad
fiscal, muy dañada en la mayoría de ellos por años y años de neoliberalismo
económico. Conviene no olvidar que la contrarrevolución de Reagan-Thatcher comenzó por la reforma impositiva, y Bush ha
sabido ser un digno sucesor.
España viene sufriendo, desde el año 1988,
varias contrarreformas fiscales que han deteriorado progresivamente la
suficiencia y equidad impositiva. Pero ese potencial existe, la presión fiscal
está seis puntos por debajo de la media de la Europa de los quince. Sólo se
trata de que quiera usarse. La vicepresidenta segunda del Gobierno ha
manifestado recientemente que subir los impuestos no le parece una buena idea.
Razón, que sólo el 4% de los contribuyentes declaran rentas superiores a los
60.000 euros anuales.
Conviene hacer varias observaciones.
Primero, los 60.000 euros corresponden a la base imponible, que no es
exactamente igual que la renta. En ocasiones existe una gran diferencia.
Segundo, un 4% de contribuyentes puede representar, y de hecho representa, un
porcentaje mucho mayor de la renta nacional dada la enorme desigualdad que se
da en su distribución. Tercero, una reforma fiscal no tiene por qué limitarse a
subir el tipo marginal del IRPF, existen otros muchos aspectos a considerar,
tales como el trato de favor que reciben las rentas de capital, el impuesto de
patrimonio eliminado últimamente o la desaparición del régimen de trasparencia
fiscal con lo que se permite que los más ricos eludan el impuesto mediante el
sistema de imputar sus ingresos a sociedades. Cuarto y último, una familia
puede tener una capacidad económica considerable si confluyen en ella varias
rentas, aunque cada una de las cuales esté por debajo de los 60.000 euros. La
riqueza y la pobreza son siempre relativas. Para ese millón de parados sin
ninguna prestación y para muchos jubilados la mayoría de los que tributan por
renta pueden parecerles unos potentados.