La
maldita competitividad
El hasta
ahora llamado Pacto por la competitividad acaba de ser rebautizado como Pacto
por el Euro, pero el contenido permanece el mismo. No pretende hacer más productivas
las economías, sino tan sólo más competitivas. La competitividad no es como la
productividad; es un concepto relativo. Se refiere siempre a otro. Competir es
cosa al menos de dos. Todos los países pueden hacerse al mismo tiempo más
productivos (producir más cosas con idénticos medios, u obtener lo mismo con
menores recursos), pero todos no pueden hacerse a la vez más competitivos. Un
país gana competitividad a condición de que otros
En el
G-20 se llegó a la conclusión, con la aquiescencia de Alemania, de que las
devaluaciones competitivas no son el mecanismo adecuado para adquirir una mayor
cuota de mercado. Únicamente se conseguiría crear el caos en los mercados de
cambio y generar un clima de inestabilidad monetaria: todos los Estados se
lanzarían a una carrera sin fin para depreciar sus respectivas monedas. Pero
entonces, ¿por qué no se aplica el mismo criterio cuando se trata de reducir
salarios, de regular el mercado laboral o de bajar los impuestos y las
cotizaciones sociales? También en estas materias los otros gobiernos actuarán
con similares medidas y al final todo quedará igual, ya que la competitividad
es un juego de suma cero. Bueno, todo no, los trabajadores vivirán
infinitamente peor y se habrán destruido muchos elementos de ese Estado de
bienestar que con tanto esfuerzo se había ido tejiendo a lo largo de los años.