Los
errores del Gobernador
Es una mala
costumbre de los gobernadores del Banco de España preocuparse de aquello que no
les concierne, al tiempo que abandonan sus cometidos. El actual gobernador se
ha pasado dos años pontificando acerca del mercado de trabajo, exigiendo la
reforma del sistema de pensiones, abogando por la reducción de los salarios
–desde luego no el suyo que, amparándose en la tradición, se resistía a hacer
público— y reclamando la reducción del déficit público, pero se ha olvidado de
sanear el sistema financiero.
Del mismo modo que
se negó la crisis, se han ocultado también los problemas de nuestras entidades
financieras; no obstante, la prueba de su existencia es que el crédito durante
todo esto tiempo no ha llegado adecuadamente a las empresas y a los
particulares. El Gobierno cambió la normativa concursal con el fin de que
promotoras y constructoras no tuvieran que reconocer pérdidas potenciales y el
Banco de España ha permitido a las entidades financieras mantener en el balance
sin provisionar determinados activos contabilizados a un valor muy inferior al
real. Se dio lugar así a que surgieran
empresas y bancos zombis, entidades con graves dificultades económicas que sólo
mantienen una apariencia de normalidad, pero que no pueden funcionar
correctamente y que han estrangulado la economía.
El gobernador del
Banco de España, tan duro con trabajadores, pensionistas y funcionarios, ha
sido incapaz de oponerse a los intereses de las sociedades inmobiliarias, de
los banqueros y de las elites políticas de las Comunidades Autónomas. En este
momento, con dos años de retraso –se ha perdido un tiempo precioso-, no tiene
más remedio que obligar a las entidades financieras a sanear sus cuentas con lo
que muchas de ellas, parece ser que principalmente cajas, tendrán que mostrar
su auténtica situación y ser reflotadas por el FROB, es decir, con el dinero de
todos los contribuyentes.
Ahora bien, si son
saneadas con recursos del Estado, deberían permanecer en el Estado formando una
gran banca pública cuya necesidad ha quedado patente en esta crisis, en la que
el Gobierno ha tenido que echar mano de un organismo como el ICO, absolutamente
incapacitado para los fines que se le pretendían asignar. Hay que temer, sin embargo,
conociendo la ideología del señor gobernador, que los planes sean otros y que
se pretenda más bien convertir las cajas en bancos para que pasen cuanto antes
a manos privadas.