IVA a cambio de
cotizaciones
Lo
peor que le puede ocurrir a un gobierno es que los acontecimientos le superen y
esto es precisamente lo que le está ocurriendo al PP, al igual que antes le
sucedió al PSOE. Los miembros de este Gobierno, lo mismo que los que le
precedieron, dan la impresión de estar zumbados, de que los golpes que reciben
del exterior les han quitado toda posibilidad de mantenerse firmes y de saber
por dónde tienen que ir. Son veletas agitados por los aires, muchas veces
contradictorios, que vienen de Europa y de los mercados (mejor diríamos que de
los que pretenden interpretar a los mercados). Zapatero fue generoso en
ocurrencias y Rajoy le gana. El papel de Guindos (que teóricamente sabe) es tan
patético como el de Elena Salgado (que no sabía).
Las
peores ocurrencias son las que provienen de los organismos internacionales,
como la Comisión, el BCE, el FMI o la OCDE. La situación es de sobra conocida.
Muchos países subdesarrollados las sufrieron cumplidamente mientras se
encontraban bajo la tutela del Fondo y no han levantado cabeza hasta que dieron
portazo a sus asesores y los despidieron agradeciéndoles los servicios
prestados. El hecho fue tan espectacular que el Fondo se quedó sin clientes y
sin trabajo y se vio obligado en 2006 a someterse a un expediente de regulación
de empleo, prescindiendo de una buena parte de su plantilla. Eso sí,
concediendo sustanciosas indemnizaciones a sus licenciados. Y mire usted por
donde, llega la crisis y el FMI resucita y es Europa o al menos algunos países
europeos los que tienen que sufrir sus ocurrencias.
Los
altos funcionarios de los organismos internacionales —que suelen ser
intercambiables con los directivos de los bancos, multinacionales o con los
miembros de los gobiernos nacionales— siempre han estado a favor de la
imposición indirecta (hablando con términos hacendísticos adecuados, que diría
Guindos) y, más concretamente, se han mostrado proclives a cambiar el IVA por
cotizaciones. El resultado es de sobra conocido, se incrementa la presión
fiscal a todos los ciudadanos y se reduce a los empresarios. Después son esas
mismas voces las que pregonan que el sistema público de pensiones resulta
insostenible.
El
Gobierno ha anunciado (más que anunciar, los periodistas se lo han sacado con
fórceps a Guindos) que en el 2013 piensa subir el IVA para reducir las
cotizaciones sociales, aunque también ha afirmado que para disminuir el
déficit. Las dos cosas a la vez parecen poco probables, a no ser que la
elevación de tipos sea descomunal. El IVA es uno de los impuestos más
regresivos puesto que afecta por igual a todos los consumidores, grava de la
misma forma a parados, pensionistas o banqueros. No es de extrañar que fuera la
figura tributaria escogida por Elena Salgado si pensaba después colocarse de
consejera de Endesa y de Abertis.
La
reducción de cotizaciones sociales se encuadra en la filosofía del Gobierno de
reducir los costes laborales, suponiendo que de esta manera se recuperará la
competitividad perdida, competitividad que al estar en el euro no se puede
recobrar mediante la devaluación de la moneda. Es el mismo principio que
inspira la reforma laboral: conseguir que los salarios se reduzcan por todos
los medios posibles. Incluso Paul Krugman, en su
último libro, tras realizar un análisis muy acertado de la enorme equivocación
que supuso crear la Unión Monetaria, viene a decir que la única salida es la
disminución de los salarios, suponiendo que, por ejemplo, en España, en los
años anteriores a la crisis estos han subido mucho más que en Alemania, lo que
no es en absoluto cierto. Han sido los precios los que se han incrementado en
mayor medida, mientras los salarios reales de nuestro país crecían menos que
los de la mayoría de los países europeos.
La
reducción de salarios no es ninguna solución, comenzando porque no hay ninguna
garantía de que la rebaja se transmita a los precios y no a incrementar el
beneficio de los empresarios que es lo que viene ocurriendo. Además, la
deflación interna no puede sustituir la devaluación ya que no toca los activos
y pasivos, factores clave del ajuste. Nadie niega los enormes costes que se
seguirán de la ruptura de la eurozona, pero no parece que queden muchas más
soluciones. Me temo que antes o después llegará y lo mas grave es que cuando
llegue nos encontrará, después de tantos ajustes y reformas, exhaustos, debilitados y en las peores condiciones.