Las Cajas de
Ahorro y las Autonomías
En
nuestro país, el tema autonómico y los nacionalismos (también los
regionalismos) cortan transversalmente casi todos los asuntos y materias. La
mayoría de los debates y posturas políticas no se entienden si no es desde esta
perspectiva. Los prejuicios provincianos se anteponen a cualquier ideología.
Así, podemos contemplar a CiU –un partido de corte
claramente neoliberal, dispuesto siempre a defender en el Parlamento los
intereses de todos los lobbies económicos– cómo realiza
todo tipo de maniobras para impedir que se privaticen las cajas de ahorros que
considera catalanas.
El
mismo Durán i Lleida se vanagloria de ello y de haber
conseguido del Gobierno alargar el periodo de ajuste. Si el sistema bancario
español está tardando tanto en sanearse, y con ello dificultando la
recuperación económica, se debe a los obstáculos que las Comunidades Autónomas
han ido colocando para no perder el control de las cajas; y a las Comunidades
Autónomas y a los intereses de los políticos regionales se debe también el que
la mayoría de las cajas de ahorro vayan a terminar en el sector privado. Tras
los múltiples desafueros y errores cometidos, es difícil exigir que estas
entidades continúen en el sector público. Se ha proporcionado una excusa
perfecta a todos aquellos que llevaban tiempo reclamando que este apetitoso
bocado cayese en manos privadas.
Las
cajas catalanas, sin embargo, continuarán siendo de la Generalitat gracias a
que, una vez más, se produce el chantaje nacionalista que condiciona su voto a
ello, y a que no se pidan responsabilidades a los gestores culpables de que
algunas de estas instituciones hayan terminado en
Carece
de sentido que entidades financieras como la Caixa o
Caja Madrid, con implantación en toda España, se rijan por los intereses
singulares de una Comunidad Autónoma, lo que no implica que su propiedad y
control tengan que pasar a manos privadas, tanto más cuanto que muchas de ellas
se van a sanear con dinero del Estado. Parece que lo lógico sería su
nacionalización, única forma además de garantizar que el crédito llegue a las
familias y a las pequeñas empresas. Pero eso, a pesar de que el partido del
Gobierno se llame socialista, ni se contempla.
La
transversalidad de la que hablaba al principio alcanza también al PP. Esperanza Aguirre, como buena neoliberal convencida,
está a favor del proyecto ya que abre el camino a la privatización de las
cajas. Feijóo, por el contrario, presidente de la Xunta, no quiere que Galicia pierda sus entidades
financieras, en especial cuando intuye que Cataluña va a mantener las suyas. La
nacionalidad rompe las ideologías. Por otra parte, parece lógico que las
regiones pobres no se resignen a que por serlo –y por no tener partidos
nacionalistas con suficiente fuerza para chantajear al gobierno–
se vean colonizadas financieramente por otras Autonomías.