Por el bien de
España
Los partidos nacionalistas suelen
jactarse de su sentido de Estado, de su responsabilidad política y de facilitar
la
gobernabilidad. Bien es verdad que lo que nunca dicen es el
precio que cobran por su “desinteresada” colaboración. El PNV facilitó la
aprobación de los pasados presupuestos por el bien de España, y también
ciertamente porque el Gobierno les prometió –como así ha hecho, en detrimento
de La Rioja y de otras Comunidades limítrofes–
blindarles sus leyes fiscales. En los momentos actuales, el bien de España y el
hecho de que los ajustes podían significar un retraso en la “Y griega” vasca y una
limitación en la capacidad de endeudamiento de los Ayuntamientos de Euskadi
aconsejaban votar “no” al decreto ley.
Por el contrario, CiU motivada por el bien de España, y sobre todo porque la
inversión pública de Cataluña no estaba amenazada y porque su estrategia
política pasa por alargar el gobierno de Zapatero y conseguir así más
fácilmente un triunfo electoral en Cataluña, facilitó la aprobación del decreto
ley. Convergencia ha puesto en circulación la tesis de que la aprobación del
ajuste era imprescindible, pues, de lo contrario, se habría producido un
cataclismo económico. Tesis que, por supuesto, ha sido comprada, ya que le
venía muy bien, por el partido socialista y por gran parte del mundo
empresarial.
Es un viejo truco revestir las
leyes antisociales de necesidad económica, y la globalización y la Unión Europea sirven
de coartada perfecta para justificar medidas que la sociedad de otra forma no
aceptaría; pero lo cierto es que en las distintas ocasiones en que los
ciudadanos de un país miembro han votado en contra, lejos de la catástrofe que
se anunciaba, el país en cuestión consiguió ventajas adicionales. Así ocurrió,
por ejemplo, con Dinamarca y últimamente con Irlanda. Gran Bretaña ha explotado
intensamente el euroescepticismo de sus ciudadanos.
España, sin embargo, ha sido siempre el alumno aplicado, dispuesto a aceptar
sin discriminación todo lo que viniera de Europa.
Los ajustes instrumentados no van a
solucionar los problemas económicos de España, más bien van a empeorarlos, ni
van a calmar tal como se decía a los mercados. La prueba más evidente es cómo
están reaccionando tras la aprobación del decreto ley, incluyendo la bajada del
rating de la deuda pública española por la agencia de
calificación Fitch. Interpretan, como es lógico, que
un ajuste presupuestario tan duro va a obstaculizar la recuperación de la crisis. La economía
española ha caído en una enorme trampa. Su problema no es el endeudamiento
público sino el privado, consecuencia –o causa, nunca se sabe–
de un prolongado déficit exterior que, por pertenecer a la Unión Monetaria,
no puede solucionar mediante la depreciación de la divisa tal como ha hecho
Gran Bretaña.
Está cuajando un discurso un tanto
falaz que pretende justificar el tijeretazo en base a la generalización. Todos
los países, se dice, están actuando de la misma forma. No es cierto; a todos
los países no les han impuesto, como a España, realizar un ajuste tan brutal en
24 horas. Otra cosa es que gobiernos conservadores estén aprovechando la
situación para anunciar prácticas restrictivas, pero pausadamente y libremente
decididas. Por otra parte, no todos los Estados han establecido las mismas
medidas de ajuste. Aun suponiendo que éste fuese necesario, que no lo es, el
Gobierno bien podía haber adoptado disposiciones muy distintas, como retornar
al impuesto de patrimonio, elevar el tipo marginal del IRPF o incorporar las
rentas de capital a la tarifa general en este impuesto. No ha sido este el caso
sino que ha escogido las medidas más regresivas que cabía esperar y CiU, por el bien de España claro, le ha prestado su apoyo.