Davos y las
pensiones
Fue precisamente en Davos, hace más
de una década, cuando Tietmeyer, entonces gobernador
del poderoso Bundesbank, decretó el fin de la soberanía popular. “Los mercados
serán los gendarmes de los poderes políticos”, dijo. Era el grito de guerra de
un nuevo capitalismo triunfante que, fundamentado en la libre circulación de
capitales, se postulaba sin límites ni barreras y que exigía que todo se
rindiese a la lógica del mercado.
Se ha visto a dónde nos ha
conducido tal sistema: al borde del abismo. El año pasado, en febrero, las
fuerzas económicas y sus satélites acudieron también a Davos, aunque en esta
ocasión fueron humildemente, recubiertos todos ellos con el sayal de penitente
y dispuestos a implorar al sector público que los protegiese del caos. Pero ha
bastado un año, sólo un año, para que vuelvan a las andadas y, una vez
salvados, sin importarles un ápice los cadáveres que dejan atrás, han regresado
desafiantes a la ciudad de los Alpes dispuestos a plantar cara a los gobiernos,
a imponerlos sus condiciones y a impedir cualquier regulación.
Como manifestación de su poder, han
sentado en el banquillo de los acusados a tres países, no del Tercer Mundo sino
de
El Gobierno presenta un plan para
realizar fuertes recortes del gasto en un presupuesto que apenas lleva un mes
en vigor. Poco importa que la economía española se encuentre aún lejos de salir
de la crisis y que estas medidas contradigan los planes de estímulo y
obstaculicen
El Gobierno ha asumido la tesis de
la derecha de que el sistema público de pensiones es inviable y hay que reducir,
por tanto, las prestaciones. Resulta lo mismo que las proyecciones demográficas
sean todas cuestionables. De nada vale afirmar que en ninguna parte esté dicho
que sean únicamente los trabajadores los que tengan que sostener con sus
cotizaciones las pensiones, como si los otros impuestos no contasen,
principalmente los que se giran sobre las sociedades y las rentas de capital.
Es igual, los mercados se han manifestado y hay que inclinarse ante ellos.