González y el
BCE
Jamás
pensé que en algún momento llegaría a estar de acuerdo con Felipe González.
Pero es así. La clave para evitar la especulación contra la deuda soberana de
los países miembros de la Eurozona está
en el Banco Central Europeo (BCE). Bastaría con que se mantuviese en la senda
de su homólogo el Banco de
La
situación que en estos momentos presenta el mercado de deuda soberana es
similar a la acaecida a principios de los noventa durante la vigencia del
Sistema Monetario Europeo (SME). Entonces, la especulación afectó a las
divisas. Gran Bretaña e Italia tuvieron que abandonar el sistema. La peseta se
devaluó cuatro veces y Francia debió de echar un órdago a Alemania para que
interviniese con la amenaza de que en caso contrario, abandonaría el sistema.
Mientras Soros incrementaba considerablemente su
fortuna.
En
los momentos actuales no hay divisas contra las que especular. Pero sí existe
una serie de países que, por su pertenencia a
Pero
aquí comienza lo histriónico de la situación, que sea Felipe González el que
ponga de manifiesto estos defectos. Si no recuerdo mal, fue en su etapa de
presidente del Gobierno cuando se aprobó el Tratado de Maastricht, cuando se
diseñó
Cada
vez que ilustres periodistas rememoran con nostalgia la figura de los antiguos
líderes europeos, estadistas con grandes ambiciones para Europa,
contraponiéndola a lo que tildan de mediocridad actual, no puedo por menos que
sentir cierto estupor. No diré yo que los actuales no merezcan tales epítetos,
pero en cuanto a los anteriores, fueron esos grandes dirigentes, ahora
añorados, los que nos metieron en el laberinto actual del que no sabemos cómo
salir. Desde el Acta Única todo ha sido un desastre, un monstruo deformado,
cuya falta de simetría anunciaba el descalabro. Sólo la mala conciencia de los
que entonces los jalearon -y que no parecen estar dispuestos a entonar ahora el
mea culpa, puede conducirles a reescribir la
historia.
Tiene
razón el señor González en criticar al BCE. La demencia de su estatuto, con la
prohibición de financiar a los Estados miembros, le ha convertido en un gran
negocio para los bancos privados que se financiaban con sus préstamos a un tipo
de interés bajo, para más tarde adquirir deuda pública con una rentabilidad
mayor. Tiene razón en afirmar que con una actuación parecida a
Primero
ha sido Grecia, después Irlanda, más tarde Portugal y España, y en plazo breve
ocurrirá en Italia, Bélgica e incluso alcanzará a Francia. Ha llegado sin duda
el momento de plantearse seriamente que el BCE ejecute, como un banco central
de verdad, operaciones de open market. De lo
contrario, el euro, con previsiones o sin ellas, saltará por los aires. Bueno,
en realidad, el momento propicio hubiese sido mucho antes, pero entonces era el
tiempo de los grandes estadistas.