Se constitucionaliza el Estado liberal
El
candidato socialista a presidente de Gobierno en las próximas elecciones
generales se ha preguntado en clave retórica que desde cuándo es de izquierdas
el endeudamiento. Rememora a Alfonso Guerra que, para justificar la política de
ajuste duro que estaba aplicando su partido, lanzó aquello de que la inflación
es de derechas. La inflación no es de derechas ni de izquierdas pero lo que sí
tiene mucho que ver con la ideología conservadora es sacrificar el crecimiento
y el empleo a la estabilidad de precios, tal como hace el BCE, y lo que, desde
luego, sí es de derechas es pretender controlar la inflación a base de que los
salarios pierdan poder adquisitivo, tal como entonces proponían los gobiernos
de Felipe González y como ahora quiere Merkel.
El
endeudamiento no es de izquierdas, pero lo que sí está relacionado con la
ideología es la concepción que se defienda del Estado. Los conservadores y
liberales de todos los tiempos han anatematizado el déficit público, lo que es
coherente con su ideal de Estado decimonónico, ese Estado del laissez-fair,
laissez-passer, Estado policía, cuyas funciones son muy reducidas y que tiene
vedado intervenir en
En
esta concepción del Estado, como social, al sector público se le debe permitir
al menos lo que se concede al resto de los agentes económicos. Podemos
imaginarnos el caos económico que ocurriría si se prohibiese a las empresas
endeudarse. Para invertir precisan de créditos, y de esas inversiones dependen
los ingresos futuros. El Estado también invierte, no solo en infraestructuras, sino
en educación, en sanidad, en investigación, en justicia, etc., y todos estos
gastos son esenciales para el crecimiento económico del país, y como
consecuencia de los propios ingresos del Estado. El sector público es el primer
socio y más importante de la economía nacional y participa en la buena o mala
marcha de esta mediante los impuestos. Sus inversiones de hoy, al igual, que en
las empresas privadas, son la garantía de sus futuros ingresos.
El
keynesianismo ha ido más allá y ha planteado la necesidad de que el Estado
asuma una función anticíclica. En épocas de crisis, cuando la iniciativa
privada decae, tanto la política monetaria como la política fiscal deben ser
expansivas para evitar la recesión económica o para lograr salir de ella lo
antes posible. De ahí que seamos muchos los que hoy critiquemos la política que
Merkel está imponiendo y otros gobiernos secundando
en Europa, bastante distinta de la seguida en EE UU, a pesar de la presión de
los republicanos. El fantasma de los años treinta del siglo pasado revolotea.
Parece que no hemos aprendido nada.
Nadie
pretende la defensa indiscriminada del déficit público ni calificar de
beneficioso cualquier endeudamiento sin que importe el montante al que
ascienda. Pero ello se aplica tanto si se trata de Administraciones públicas
como de empresas o de familias, y conviene recordar que el problema de España
proviene mucho más del endeudamiento privado que del público. El nivel de deuda
que cada agente puede soportar obedecerá a muchas variables y no resulta
factible reconducirlo a cifras mágicas e inamovibles. Concretamente, cuando se
trata del sector público, dependerá del nivel de deuda acumulada, de la fase
del ciclo económico, del grado de equipamiento en infraestructuras y en bienes
y servicios públicos con que cuenta el país, del destino que se va a dar a los
recursos obtenidos con el endeudamiento, etc.
No
todos los Estados son iguales ni parten del mismo stock de deuda ni tienen el
mismo nivel de infraestructuras y de bienes y servicios públicos. El nivel del
endeudamiento público de España es relativamente reducido en comparación con el
de otros países. Nuestro problema no es de déficit sino de crecimiento y, sobre
todo, de pertenencia a una Unión Monetaria perniquebrada y carecer de un banco
central que le respalde. El BCE solo interviene al dictado de Merkel, de forma imperfecta y violentando la soberanía
nacional.
Limitar
el déficit y el endeudamiento en la Constitución no es un acto neutral desde el
punto de vista ideológico. Tiene una enorme carga política. Ha representado
siempre una aspiración de la parte más nostálgica de la derecha que desea
expulsar al Estado de