Ni sí ni no, sino todo lo contrario

       Así se podrían resumir las manifestaciones de Rodríguez Zapatero tras el primer Consejo de Ministros de la temporada refiriéndose a la subida de impuestos. Escuchándole resultaba difícil no recordar aquel chiste un poco irreverente que narraba cómo estando Jesús con sus discípulos pronunció aquellas palabras harto conocidas del Evangelio: “Yo soy el que soy”, a lo que Pedro respondió: “Maestro, si te sigo es por lo bien que te explicas”. En la rueda de prensa del viernes pasado alguien podría haber exclamado: “Presidente, si te sigo es por lo bien que te explicas”.

       “Habrá algún ajuste, alguna revisión, algún alza y alguna baja...”. Lo peor es que se tiene la sensación de que no se sabe de qué se está hablando. “La subida de impuestos será limitada y temporal”. Es de imaginar que será limitada, no conozco ninguna reforma fiscal ilimitada. Lo de temporal ya es distinto, porque es en tiempo de crisis cuando menos se justifica una subida de impuestos. Únicamente existe un motivo para llevarla a cabo, el de practicar una política redistributiva que traslade recursos de aquellos contribuyentes con mayores rentas, y por lo tanto con más propensión al ahorro, a aquellos con menores rentas y más propensión al consumo.

       El presidente del Gobierno, continuando su exposición con esa misma claridad, ha afirmado que “la moderación fiscal será preservada especialmente en lo que se refiere a la actividad de las empresas y sobre todo a la imposición de los trabajadores”. ¿Qué ha querido decir? Es posible que sólo él lo sepa, pero precisamente por ello empieza a cundir la sospecha de que de subir impuestos a los ricos, nada de nada. El hecho de que el presidente se haya vanagloriado de haber reducido el impuesto de sociedades y eliminado el de patrimonio no induce a pensar que las modificaciones vayan en la línea que anunció el ministro de Fomento y, teniendo en cuenta el precedente de haber elevado los gravámenes especiales, parece probable que lo que estén considerando principalmente sea una reforma de los indirectos. De ser así, han escogido la peor alternativa.

En primer lugar, se haría más injusto el sistema fiscal ya que los impuestos indirectos no son progresivos y recaen por igual, con independencia de su nivel de renta, sobre todos los consumidores, es decir, sobre todos los ciudadanos. En segundo lugar, dañaría la reactivación económica y sería contradictorio con la política de estímulo económico que el Gobierno dice haber seguido y con la política expansiva planteada por el G20. Carecería de sentido adoptar medidas discrecionales de estímulo a la economía y después reducir la eficacia de los estabilizadores automáticos, mediante una subida de los tributos.

Los tributos indirectos gravan el consumo, que es lo último que se necesita en los momentos actuales. Tendría gracia que por un lado se hubiese dado dinero a los ayuntamientos para obtener un efecto expansivo sobre la economía -de eficacia bastante dudosa al no saberse a qué lo han dedicado - y, por otro, se grave el consumo, con lo que se obtendrá un impacto restrictivo que neutralizaría con creces el anterior.

En la etapa de crisis económica, la mejor manera de aumentar la recaudación es reactivando la economía. Puede parecer paradójico, pero tal vez la vía más adecuada en los momentos presentes para conseguir la estabilidad presupuestaria a medio y a largo plazo sea incurrir en déficits, aun cuando sean cuantiosos.