¿Y si nos saliésemos
del euro?
Cuantas
más medidas se toman en la eurozona, peor es la situación, pero nadie se atreve
a cambiar el escenario. Da vértigo, aunque nada peor que la inacción, una
especie de muerte lenta. Con estos parámetros, no parece que muchos países
tengan solución. ¿Por qué no imaginar otro campo de juego? ¿Qué ocurriría si de
improviso Grecia, Irlanda, Portugal, Italia, Bélgica y España decidiesen dejar
el euro, y por imposición legal convertir todos los activos y pasivos
denominados en euros a moneda nacional al tipo de cambio que adoptaron al
entrar en la eurozona?
Dejemos
volar la
imaginación. Desde luego habría que introducir –al menos
provisionalmente – medidas de control de cambios. Las monedas en libre
flotación, aunque fuese una flotación sucia, se depreciarían con respecto al
euro; unas más, otras menos, hay que suponer que en
una relación parecida a los diferenciales que se está pagando por las
correspondientes deudas, lo que constituiría una quita automática pero no
explícita. Se podría pensar que en consecuencia estos países perderían la
confianza de los mercados, pero ¿más que ahora? Quizá no, ya que, una vez
producida la devaluación, el riesgo de una futura pérdida se reduciría y además
los respectivos bancos centrales podrían luchar contra la especulación. Muy
posiblemente en un principio subirían los tipos de interés nominales, pero
también lo haría la inflación con lo que los tipos reales tal vez permaneciesen
iguales o incluso se reducirían y, gracias a las modificaciones en los tipos de
cambio, ganaríamos competitividad. Desde luego, las dificultades económicas
serían grandes, pero al menos la luz se divisaría al final del túnel.
Tampoco
resultaría descabellado pensar que Francia, al quedarse sola con Alemania y
ante la revalorización del euro, decidiese abandonar también la Unión Monetaria
y a su vez el país germano perdería las
ventajas comparativas de las que goza en la actualidad. Pero
quizá lo más probable es que no hiciese falta llevar a cabo todos estos planes
a la práctica, porque la simple insinuación de esta posibilidad en el Consejo
sería suficiente para que Alemania cambiase de postura y estuviese dispuesta a
introducir las reformas adecuadas.