Pacto de Estado

En esa ronda, con banderas incluidas, que Zapatero se marcó con los presidentes de todas las Comunidades Autónomas, doña Esperanza Aguirre, al margen de indicar ahora que la sanidad se transfirió a Madrid con un déficit importante, postuló la posibilidad de un pacto de Estado sobre esta materia, idea que ha recogido recientemente el ministro de Economía y Hacienda.

Resulta difícil de entender por qué todas las Comunidades se apresuraron a aceptar la transferencia de la competencia sanitaria si el coste efectivo estaba tan mal calculado; como también cuesta entender por qué hay que hacer ahora un pacto de Estado sobre la financiación de la sanidad. Puestos así, habría que hacerlo sobre la financiación de la educación, del ejército, de la policía, de las infraestructuras, de la justicia y de todos los capítulos de los Presupuestos.

Es lógico e incluso muy conveniente que la Administración central y las autonómicas se pongan de acuerdo y armonicen los servicios sanitarios y las prestaciones, ahora que están transferidos, de manera que la asistencia sea uniforme en todo el territorio nacional. También es coherente que el Estado y las Autonomías se cuestionen y discutan la financiación de estas últimas, es decir, los recursos precisos para afrontar todos sus gastos. Lo que no se entiende y además va en contra de uno de los principios presupuestarios fundamentales, el de no afectación, es que se haga un pacto de Estado para afrontar la financiación de uno solo de los capítulos de gasto. La sanidad, al igual que el resto de los servicios públicos, habrá que financiarla con la totalidad de los impuestos.

No se entiende, o se entiende demasiado bien, porque me temo que detrás de esta propuesta lo que se encuentra es el intento de deteriorar el Estado social, aceptando el copago, es decir, de quebrar aún más la gratuidad de la asistencia sanitaria. La historia empezó con las rebajas del IRPF del Partido Popular; continuó con los céntimos sanitarios en el impuesto sobre la gasolina y va a terminar con el copago de la sanidad que ahora quiere imponer el PSOE. El proceso siempre es el mismo. Se reducen los impuestos directos, aquéllos que gravan en función de la capacidad económica y por lo tanto en mayor proporción a los grandes contribuyentes, y a continuación se afirma que no hay dinero para los servicios sociales, con lo que hay que aumentar los impuestos indirectos, o, lo que es peor, eliminar su carácter gratuito.