Los intereses nacionales

En algo se parecen el escándalo de la Comunidad de Madrid y la invasión de Irak. Ambos sucesos están poniendo al descubierto las vergüenzas de los políticos. Bien es verdad que las consecuencias son mucho más graves y sangrientas en el segundo caso que en el primero. Varios meses después de declararse la paz –la paz, ¡que ironía!– se han hecho presentes las mentiras sobre las que se asentaba la invasión, y estas falsedades están poniendo en serios aprietos a los Gobiernos de Bush y de Blair. Sólo el Gobierno español parece quedar indemne, como si no hubiera tenido nada que ver en el asunto.

En EEUU, el ingenuo triunfalismo que ha rodeado la operación militar ha ido dejando paso a la desmoralización y al convencimiento de que se han adentrado en una aventura de imprevisible salida. Aun cuando ninguna situación se repite globalmente, el fantasma de Vietnam gravita en el ambiente, porque lo cierto es que los efectivos americanos desplazados en Irak alcanzan los 150.000 hombres, sin que se vea el momento de poder repatriarlos al menos parcialmente, los atentados contra las fuerzas de ocupación son continuos y el coste diario de mantener la conquista se eleva a cifras astronómicas.

El orgullo y la prepotencia americanos anteriores a la invasión, despreciando al resto de las naciones y a la propia ONU, han comenzado a resquebrajarse. La administración Bush busca la colaboración de otros países, pretende que limpien la mierda que EEUU ha sembrado y que asuman los costes que tal operación conlleva. Ello, desde luego, no va a ser nada fácil. En primer lugar porque, como es lógico, la mayoría de esos países no está de acuerdo con tales planteamientos y, en segundo lugar, porque los EEUU tampoco están dispuestos a renunciar al control de Irak, y en especial de su petróleo. Quieren las maduras, pero no las duras.

En esta contradicción en que se desenvuelve el Gobierno americano se muestra el relativismo de lo que se conoce por intereses nacionales. Tal expresión no deja de ser una falacia. No existen los intereses nacionales. Hay intereses de los nacionales y todos los nacionales no tienen los mismos intereses. Detrás de la invasión de Irak están, por supuesto, los intereses de la industria de defensa americana, los de las grandes sociedades petroleras, y los de las compañías encargadas de la reconstrucción de Irak; difícilmente se encuentran, sin embargo, los intereses de la mayoría del pueblo americano que tiene que sostener con impuestos la enorme factura diaria de la ocupación, y mucho menos los de los combatientes que sufren ingentes calamidades y corren el riesgo de perecer en cualquier cuneta de un país que no es el suyo y en el que nada se les ha perdido, esos combatientes que pertenecen, ¿cómo no?, a la clases más bajas de la sociedad, y a los que se engaña con la añagaza del sueño americano.

El Gobierno de Aznar también justifica la intervención de nuestro país en los intereses nacionales, el interés de España; pero el interés de España es una abstracción que se concreta de manera diferente según el colectivo. Una vez más hay que hablar de los intereses de los españoles, que serán distintos según el grupo social al que se pertenezca. Nuestra intervención puede ser muy conveniente para Repsol, para Cepsa o para las empresas constructoras que piensan participar del botín, mas difícilmente puede considerarse que va a beneficiar a los mil trescientos españoles que arriesgarán sus vidas en los próximos meses, y tampoco parece que colabore demasiado al interés de los mayoría de los españoles que contemplan cómo los recursos que se escatiman para la construcción de carreteras o que se niegan para la sanidad se dilapidan en gastos militares en una aventura con la que poco tenemos que ver.