La reforma de Solbes

La semana pasada había una gran expectación: el vicepresidente segundo iba a exponer en el Colegio de Economistas las directrices de la próxima reforma fiscal. Si algo quedó claro en sus explicaciones, es que preferiría no hacerla y no la haría si no figurase en el programa electoral. Por eso alarga lo más posible el plazo, anunciando que entrará en vigor el año 2007.

Ha sido en lo referente a impuestos donde el neoliberalismo económico ha triunfado por completo, quizás porque es también en esta materia donde hay que buscar sus orígenes. El neoliberalismo económico adquiere carta de naturaleza con las reformas fiscales de Reagan y Thatcher, es lo que se ha venido a denominar “la rebelión de los ricos”. Las clases económicamente fuertes toman conciencia de que se ha ido demasiado lejos en el proceso de igualdad, cuya expresión más acabada la constituyen los sistemas fiscales progresivos, y se confabulan para iniciar y justificar un proceso involutivo, comenzando también por los temas tributarios.

Hoy, después de veinticinco años, la izquierda en esta materia está totalmente derrotada y no hay partido que se atreva a plantear una política fiscal sólida y progresiva. Incluso se ha llegado a afirmar que  bajar los impuestos es de izquierdas. España no ha sido una excepción, excepto porque en nuestro caso la involución ha comenzado antes de que se hubiese configurado por completo un sistema fiscal verdaderamente redistributivo. Reforma tras reforma se han ido desmantelando todos los elementos progresivos.

Parece lógico que un partido de derechas como el PP haya instrumentado dos reformas para beneficiar a los contribuyentes de ingresos elevados o a las rentas del capital. Menos explicable es que un partido que se dice de izquierdas como el PSOE, cuando llega al gobierno sea incapaz de corregir la situación anterior y, por el contrario, plantee una reforma fiscal en la misma línea que el gobierno que le precedió.

Puestas así las cosas, casi se agradece que no haya reforma fiscal y, si la tiene que haber por fidelidad al programa, cuanto más tarde y más pequeña mejor. Y por lo que parece, Solbes se va a limitar a una faena de aliño. La tributación de las plusvalías y las desgravaciones por vivienda y fondos de pensiones apenas van a sufrir cambios. Las deducciones familiares se trasladarán a la cuota en lugar de en la base como contribución a la progresividad. El tipo máximo bajará una vez más, reduciéndose por tanto el gravamen a los contribuyentes de altos ingresos, que en el fondo son los que crean opinión. Y, por último, se disminuirá el número de tramos que, no se sabe por qué oculta razón tiene buena prensa y dicen que simplifica el impuesto.

Es realmente curioso lo que ocurre con los tramos de la tarifa del IRPF. Es quizás la señal más clara de la ignorancia que domina el discurso económico. Sus muñidores han situado como objetivo deseable reducir el número de tramos en la creencia de que así se reduce la progresividad, y con el pretexto de que se simplifica el impuesto. Pues bien, ni una cosa ni otra. Desde luego no supone ninguna simplificación, ya que cada contribuyente deberá aplicar un solo tipo, sea cual sea el número de ellos que tenga la tarifa. Y antes que reducir la progresividad, lo único que se logra es hacer mucho más burdo el gravamen. La progresividad de la tarifa sea la que sea, en lugar de tener una evolución suave se modifica a grandes saltos, tanto mayores cuanto menos tramos tenga la tarifa.