Un nuevo partido, una vieja historia

Frente al optimismo histórico, el filósofo Nietzsche proclama su creencia del eterno retorno. El presente ha sucedido ya, y retornará un número infinito de veces. Concepción circular de la historia. Yo creo, sin embargo, que sería más exacto asumir la espiral como figura explicativa del tiempo. Todo cambia, panta rei. Los hechos jamás se repiten; las situaciones, sí. Es lo mismo, pero distinto.

Estos días pasados Rosa Díez ha ocupado las primeras páginas de los periódicos. Motivo: su salida del partido socialista. Es de suponer que no sea la única, aunque sí la más conocida de un grupo de militantes (con toda seguridad no será muy grande) que han decidido que ya no tenían nada que hacer en esa formación política. Tiempo atrás escribí que con Zapatero se estaba produciendo la segunda transmutación del PSOE. La primera fue con González, principalmente en materia económica y social, cuando se abandonaron los principios de la izquierda y se asumieron muchos de los postulados del neoliberalismo económico. Ahora, la mutación se ha consumado en la política territorial, pasando de ser un partido nacional a convertirse en buena medida en un haz coaligado de formaciones políticas que han adoptado los postulados nacionalistas.

Una alteración como la sufrida por el partido socialista en su ideario por fuerza tiene que provocar hoy, al igual que lo hizo ayer, estupefacción y desconcierto en un buen número de militantes. Habrán sido muchos los disconformes y los críticos con la nueva orientación, pero también al igual que ayer, la mayoría únicamente se habrá atrevido a mostrar su discrepancia en voz baja y en charlas de café, y poco a poco -como no se puede vivir permanentemente con mala conciencia- se irán acomodando a la nueva situación, terminando por hacer suyos los nuevos planteamientos, hasta el punto de asegurar que son los de toda la vida y que son otros, la pequeña minoría que se rebela, la que ha cambiado de doctrina.

A Rosa Díez ya se lo dicen abiertamente. Item mas, y para que todo se repita, la acusan de hacer el juego y defender las posturas del PP. ¿Recuerdan ustedes la pinza? Es un viejo recurso. Atribuir a todo aquel que critique la política del PSOE connivencia con la derecha. No ha faltado quien haya acusado a la ex dirigente socialista de deslealtad e incoherencia. La cosa no deja de tener su gracia proviniendo tal descalificación de un partido que ha premiado con la portavocía del grupo parlamentario a quien tuvo como mérito hacer de caballo de Troya en otra formación política.

La creación de un nuevo partido tiene todo el sentido. Es absurdo pretender que todo el espacio ideológico de los ciudadanos pueda ser cubierto únicamente por dos formaciones políticas. Es por ello por lo que aun cuando el partido naciente tenga su origen fundamentalmente en una fractura del PSOE, no tendría nada de extraño que pueda recoger también militantes y electores del PP, tanto más cuanto que las diferencias en materia económica y social de las dos grandes formaciones son cada vez más pequeñas.

Pero precisamente ahí va a radicar también su debilidad, porque si bien existe espacio político, no cabe decir lo mismo del espacio electoral. Todo, absolutamente todo, va a conspirar en su contra. A nadie, absolutamente a nadie (me refiero del establishment político y mediático) le va a interesar que la aventura tenga éxito. Y una vez más, se repetirá la historia. Pasados los primeros momentos de novedad, cosecharán el ostracismo por parte de algunos medios y la beligerancia de los restantes. Además, tanto la ley electoral como el sistema de financiación de los partidos opondrán una barrera insalvable al despegue. Es el mismo problema con que se han encontrado en Ciudadanos por Cataluña. El éxito es relativamente factible cuando se circunscribe a una Comunidad, pero resulta inviable si se quiere extrapolar a toda España.

Rosa Díez afirma que abandona el PSOE porque le resulta imposible defender sus ideas dentro del partido. “Era un esfuerzo inútil”. Tiene razón. Hoy los partidos son monolíticos, marcados por la ideología –o la falta de ideología- del líder de turno, que en un golpe de suerte o de astucia ha sabido hacerse con el aparato. Cualquier discrepancia se ve condenada al fracaso. Pero no es difícil pronosticar que dentro de poco Rosa Díez llegará a la conclusión de que fuera del partido también es un esfuerzo inútil. El sistema no lo permite.

La expulsión –ya que hay muchas maneras de expulsar- no es solo del partido socialista sino, antes o después, también de la política. De nuevo se cumplirá la ley de Gresham, que en tantas ocasiones he citado, aplicada a la política: “La moneda mala expulsa a la buena”. A esto se debía de referir Rodolfo Ares cuando hablaba de que el tiempo pone a cada uno en su sitio.

Menos razón tiene la hasta ahora eurodiputada al afirmar que seguirá defendiendo las ideas socialistas. Las ideas socialistas hace tiempo que dejaron de existir.