Charada fiscal

A lo largo de todos estos meses, distintos miembros del Gobierno han venido anunciando una subida de impuestos a los ricos (eran sus palabras), que compensase el enorme coste que están asumiendo los pensionistas y las clases populares. Bien es verdad que tras estas declaraciones aparecían enseguida otras realizadas también por integrantes del Gobierno afirmando que en ese momento no tocaba. A la vista de las medidas introducidas en la Ley de Presupuestos, parece que no va a tocar nunca, o quizá algo peor, porque se quiere dar a entender que se ha hecho lo que no se ha hecho. En cierta forma, constituye una tomadura de pelo.

Todo queda reducido, casi, a la creación de dos tramos más en la tarifa general del IRPF que, como bien indicaba este diario el sábado pasado, va a representar, por ejemplo, una subida de unos 300 euros al año para aquellos contribuyentes cuyos ingresos se sitúan alrededor de 150.000 euros anuales. He dicho mal, porque se trata tan sólo de aquellos contribuyentes que obtengan tales ingresos pero exclusivamente por rentas de trabajo, ya que las rentas de capital quedan fuera de la tarifa general y tributando únicamente al 21%.

Conviene recordar que en el diseño inicial, cuando se creó el IRPF en 1978, el tipo marginal máximo se situaba en el 65%. En los momentos actuales, tras las distintas reformas fiscales, alcanza tan sólo el 43%; por lo que la medida de elevarlo al 45% sería coherente, pero siempre que antes se hubiesen integrado de nuevo las rentas de capital en la tarifa general. De lo contrario, se genera todo tipo de paradojas e injusticias.

Se retocan las sicav, también para parecer que se ha hecho algo, pero van a poder seguir existiendo y, lo que es más grave, utilizándose con fraude de ley por las grandes fortunas y, además, blindadas a la inspección de Hacienda, sin que la Comisión Nacional del Mercado de Valores a la que se ha dado la competencia sobre ellas tome ninguna medida.

Y, por supuesto, ni se habla de recuperar el Impuesto de Patrimonio, que constituye un instrumento fundamental para que los verdaderamente ricos contribuyan con las cantidades que han logrado eludir en otros impuestos. Tampoco se toca el Impuesto sobre Sociedades, aunque nada más fuera para que el tipo efectivo del 10% se acercase al nominal del 30%. En fin, que las clases acomodadas pueden seguir tranquilas.