Las balanzas fiscales inútiles y erróneas

¡Ricos de España, uníos! Imaginémonos a Botín, a las Koplowitz, a Amancio Ortega, a Rafael del Pino, a Polanco y a algunos más, creando un sindicato y exigiendo al Gobierno que elabore y publique sus balanzas fiscales. La tarea no sería fácil, pero por estimar que no quede; siempre se pueden hacer suposiciones, son gratuitas, y cualquier cálculo valdría porque pocos se necesitan para llegar a la conclusión que –por pequeña que sea la progresividad de los impuestos y reducida la política redistributiva del Estado– todos tendrían saldo negativo. Y no solo los más ricos sino otros muchos ciudadanos, aquellos cuyos ingresos estén por encima de la renta per cápita. Es posible que a una gran parte de ellos la solidaridad les parezca excesiva y desearían sistemas fiscales más regresivos.

La realidad supera a la ficción. Pues nuestras figuraciones no son tales ya que sucedieron de verdad, y no en España, sino en el mundo. La revolución ideológica que se produjo a partir de Reagan y Thatcher tuvo su origen en que los ricos del mundo consideraron desmedida la política redistributiva de los gobiernos. Se impuso el neoliberalismo económico como pensamiento único y, por lo tanto, la involución.

Era de esperar que tales motivaciones y presupuestos ideológicos se trasladasen, antes o después, al ámbito de los territorios y que las regiones ricas levantasen la voz en contra de la política redistributiva de los Estados. Así ocurre con la Liga en el norte de Italia, con las cuatro provincias petroleras en Bolivia y, en España, con Cataluña. Lo que resulta más extraño (y parece exclusivo de nuestro país) es que tales reivindicaciones se hagan pasar por progresistas y tengan su origen en partidos que se tienen como de izquierdas.

En este intento se inscriben las famosas balanzas fiscales, cuya publicación llevan tanto tiempo reclamando los catalanes y que el presidente del Gobierno, frívolamente, prometió.

Las balanzas fiscales son inútiles y erróneas. Inútiles porque, de mostrar algo, mostrarían un dato de sobra conocido: que en un Estado mínimamente social, las regiones con una renta per cápita superior a la media tienen que tener forzosamente un saldo negativo y, por el contrario, tendrán saldo positivo las demás. ¿En cuánto? En lo que corresponda de acuerdo con un sistema fiscal común y una política social también común y homogénea. La cuantía debe venir automáticamente dada por el principio de equidad horizontal: que todos los ciudadanos en iguales circunstancias paguen los mismos impuestos y reciban los mismos servicios y prestaciones.

Supongo que no estaría bien visto que Botín o las hermanas Koplowitz, por el hecho de contribuir en mayor medida que la mayoría, exigiesen recibir del Estado también más y mejores servicios. El principio debe jugar mas bien al revés. El sector público tiene que canalizar sus recursos en mayor medida hacia las clases más desfavorecidas.

Con la publicación de las balanzas fiscales han surgido de inmediato voces, incluso editoriales y artículos en medios que se tienen por progresistas, afirmando que eran un antídoto contra el anticatalanismo y que ya nadie podía decir que los catalanes no eran solidarios. Planteamiento curioso. El anticatalanismo fermenta en las posturas de muchos políticos catalanes que reclaman para Cataluña un trato de favor, porque trato de favor sería si el sector público ofreciese a Polanco más prestaciones y mejores servicios que al resto, por el hecho de pagar más impuestos.

El que determinadas Comunidades tengan saldo negativo no quiere decir que sean solidarias. Sus ciudadanos pagan y reciben, exactamente igual que los de las otras regiones, siempre que se encuentren en las mismas circunstancias, y eso sí, se cae en la insolidaridad y en la injusticia cuando se protesta ante esta situación.

Escuché en una tertulia que las balanzas fiscales cuestionan muchas cosas, pues no se puede consentir que las Comunidades receptoras se instalen en el estado de dependencia y no intenten incrementar su productividad. Podríamos imaginarnos a Amancio Ortega diciéndole a un obrero de la construcción: “Esto no puede continuar porque a pesar de mi solidaridad sigues siendo pobre y no prosperas”.

Las balanzas fiscales no tienen ninguna utilidad y solo van a servir para que el enfrentamiento entre Comunidades continúe e incluso se incremente. Si acaso, para lo único que valen es para mostrar lo injusto del régimen fiscal del País Vasco y de Navarra.

No solo son inútiles sino también erróneas, ya que es imposible calcularlas con cierto rigor. Están llenas de suposiciones y estimaciones que las hacen sumamente discrecionales y aleatorias. El Gobierno ha presentado seis, pero con la misma legitimidad podía haber publicado dieciocho, con otras presunciones tan válidas (o, mejor, inválidas) como las seleccionadas.

Constituyen un buen trabajo de laboratorio, de esos que les encantan a los catedráticos y que no sirven para nada porque se basan en un montón de hipótesis que no se cumplen, o resultan muy dudosas, en la realidad; pero es un trabajo totalmente inapropiado para que lo elabore un Gobierno y le de carácter oficial. No solo son erróneas sino que su publicación por el Estado constituye un inmenso error.